Exposition au musée

El Bosque de Fontainebleau. Un taller con las dimensiones de la Naturaleza. De Corot a Picasso

De Corot à Picasso.

Del 06 Marzo al 13 Mayo 2007
Camille Corot
Un artiste passant dans un chaos de rochers, vers 1829-1830
Neuchâtel, musée d'Art et d'Histoire
Legs Yvan et Hélène Amez-Droz
© Musée d'Art et d'Histoire de Neuchâtel / DR

El bosque de Fontainebleau desempeña un papel esencial, en la historia del arte del siglo XIX. A fines del siglo XVIII, ya se podía observar a Bruandet, vanguardista de la pintura "a partir del natural". Unos cuantos años más tarde, fue imitado en el mismo lugar por Bidauld, Aligny, Desgoffe, Brascassat, y sobre todo Corot, de vuelta de Roma o sobre el camino de Italia.

Théodore Rousseau-Groupe de chênes, Apremont
Théodore Rousseau
Groupe de chênes, Apremont, vers 1850-52
Paris, musée du Louvre
Legs Thomy Thiéry, 1902
© DR - RMN-Grand Palais (Musée du Louvre) / DR

En 1853, Théodore Rousseau se instala en Barbizon y se hunde literalmente en este bosque donde había realizado sus primeros estudios, a partir de 1829. Aquí dibuja, bosqueja, pinta "indaga lo visible", arrastrando tras el a Diaz, Troyon, Dupré, Charles Jacque, Millet... toda una generación que iba a transformar radicalmente el arte del paisaje. Iban en búsqueda del motivo: árboles, rocas, arenas y lagunas, elegidos en un repertorio relativamente delimitado de las áreas, aquellas a las que el turismo en ciernes entonces identificaba, clasificaba, otorgaba estrellas.

Claude Monet-Le déjeuner sur l'herbe
Claude Monet
Le déjeuner sur l'herbe, entre 1865 et 1866
Musée d'Orsay
Dation, 1987
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Pronto se integraron a ellos los pioneros de la fotografía, Le Gray, Cuvelier, Balagny, en búsqueda de un estudio al aire libre.

Por los años 1860, Charles Gleyre envió aquí a sus alumnos para que hicieran sus primeras gamas: Renoir, Sisley, Bazille, junto con Monet, que elaboró en este lugar lo que se iba a convertir en el manifiesto de la vida moderna, El Almuerzo sobre la hierba. Los artistas extranjeros hicieron aquí una etapa obligatoria de su vuelta de Francia o de Europa; resumiendo, el bosque de Fontainebleau, descubierto por los escritores románticos en los años 1820, estaba de moda y, para los pintores, constituía un magnífico taller de tamaño natural, al que acudirían también Redon, Seurat, Derain, e incluso Picasso, en 1921.

Eugène Cuvelier-L'orage (forêt de Fontainebleau)
Eugène Cuvelier
L'orage (forêt de Fontainebleau), vers 1860
Musée d'Orsay
Don de Jacques Foucart, 1980
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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¿Pero porqué tanta popularidad, y durante tanto tiempo? La respuesta a esta pregunta puede resumirse en una frase. El bosque de Fontainebleau resume todos los bosques, "los bosques del sueño y de la vida. Todos". Gracias a la variedad de sus paisajes, pasamos en unos cuantos pasos de un oscuro monte alto, a la claridad deslumbrante de la arena, de las inquietantes gargantas y rocas, al apacible estanque plateado.

No es de sorprender, pues, que haya nutrido la imaginación de tantos artistas, para los que fue la Galia, Alsacia, la Bohemia o también Judea o la Pampa. Este "resumen de todos los lugares posibles" iba a permitir al cinematógrafo naciente, cuya estética participa ampliamente de aquella de la pintura histórica, rodar aquí tanto la Vida y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo (Alice Guy, 1906) que Noventa y tres (Albert Capellani y André Antoine, 1920) o también los sueños de La inhumana (Marcel L'Herbier, 1923).

Esta exposición muestra una significante selección de pinturas, dibujos, fotografías y películas, realizados o inspirados por este bosque que resplandece mediante cualquier arte del siglo XIX.