Adquisición · Sur la falaise de Dieppe de Claude Monet

una obra adquirida por dación
Claude Monet
Sur la falaise de Dieppe, 1897
Musée d'Orsay
Dation, 2023
© Musée d’Orsay, dist. RMN-Grand Palais / Sophie Crépy
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Claude Monet pintó en 1897 Sur la falaise de Dieppe. Este cuadro se suma a la colección del Museo de Orsay que, al contar con más de 80 obras del artista, constituye un referente para el estudio del maestro del Impresionismo. Esta obra fue adquirida mediante el sistema de dación, que permite el pago excepcional del impuesto de sucesiones, del impuesto de transmisiones patrimoniales y del impuesto sobre el patrimonio. Tras su restauración, Sur la falaise de Dieppe se expone ahora en las salas del Museo de Orsay.

Este cuadro pertenece a una de las últimas series del artista. El motivo en el que se inspira no es el jardín del pintor en Giverny, sino la costa y los acantilados de la Alta Normandía. El artista, que estaba familiarizado con los paisajes de la Costa de Alabastro por haberlos pintado en varias ocasiones en décadas anteriores, regresó allí durante dos inviernos, en 1896 y 1897, para captar de nuevo el ambiente de estos parajes y su luz única. Monet realizó estudios de las variaciones en unos cuarenta lienzos, ninguno de los cuales había figurado antes en la colección del Museo de Orsay. Sur la falaise de Dieppe se suma a Falaise de Fécamp (MNR 223, obra recuperada tras la Segunda Guerra Mundial y confiada al cuidado de los Museos Nacionales; véase la ilustración más abajo), ejecutada durante esta misma campaña, entre enero y marzo de 1897. La obra completa un excepcional conjunto de pinturas que documentan la producción del pintor durante estos importantes años, en los que su mirada y su práctica experimentaron una evolución crucial.

Claude Monet
Falaise de Fécamp, en 1897
Musée d'Orsay
Œuvre retrouvée en Allemagne après la seconde guerre mondiale et confiée à la garde des musées nationaux en 1950
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Esta vista de los acantilados de Dieppe contemplados desde el Val Saint-Nicolas, cerca de Pourville, y bañada por una luz iridiscente, despliega ante nuestros ojos un extenso paisaje marino, marcado a la derecha por promontorios rocosos cuyas curvas y contracurvas contrastan con la línea horizontal de la costa que se desvanece en la distancia. Las sutiles pinceladas y los vibrantes colores de Monet, dominados por rosas y el dorado pálido, evocan los primeros rayos del sol al amanecer. La impresión de espacio y calma que transmite este cuadro, quizás sea un eco de la serenidad que Monet buscaba en esta costa, tras pasar por un período difícil marcado por el duelo y la enfermedad de varios de sus seres queridos (el fallecimiento de sus amigos pintores Caillebotte y Morisot, y las enfermedades de su esposa y sus nueras). Las costas de Pourville, que tantas veces había pintado quince años antes, le proporcionaron esa sensación de calma. «He ido a ver todos mis motivos y nada ha cambiado», escribe con alivio. Sin embargo, sabía que este paisaje estaba amenazado por un proyecto de planificación territorial para «implantar todo tipo de juegos ingleses» (un campo de tiro y un campo de golf, que se inauguraron poco después). «Muy pronto, las excavadoras se aproximarán a mis motivos», se lamenta. Finalmente, aunque maravillado por la belleza del lugar, Monet se queja de las condiciones meteorológicas, a veces difíciles: «un tiempo sombrío, una bruma oscura, un viento glacial», anotó el 20 de enero, llegando a admitir: «No estoy bromeando en absoluto. [...] La fiebre por el trabajo es lo único con lo que puedo contar para no pasar frío».

Claude Monet
Sur la falaise de Dieppe, 1897
Musée d'Orsay
Dation, 2023
© Musée d’Orsay, dist. RMN-Grand Palais / Sophie Crépy
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Tras trabajar al aire libre, con prisas y en condiciones de incomodidad para elaborar estos lienzos ‒incluido este cuadroMonet los terminará en la calma de su estudio, como todas las obras que componen sus series, armonizándolos entre sí y reelaborando su motivo, esta vez reexaminado a través del filtro de la memoria. Con su aspecto de instantánea, evocando la mágica luz del amanecer y el rocío de la costa, Sur la falaise de Dieppe figura entre los paisajes más «interiorizados» de Monet. En este cuadro que Monet comenzó a pintar al natural, el artista plasma también sus recuerdos de estos acantilados, sus «bellos relieves luminosos», «el mar amado con un amor fiel» (Gustave Geffroy, crítico e historiador del arte), evocados aquí con nostalgia y magnificados por sus magistrales pinceladas.

Sur la falaise de Dieppe, que permaneció en el estudio de Monet hasta 1903, cuando el artista ofreció la obra en una venta benéfica organizada a favor de Victor Vignon (1847-1909, pintor que participó en las cuatro últimas exposiciones impresionistas), no se había vuelto a exponer desde 1910. El cuadro solo se publicó dos veces hasta la fecha, siempre en blanco y negro: en el catálogo razonado del artista y cuando se vendió en 1958 para incorporarlo a la colección privada en la que ha permanecido hasta hoy. Su llegada al Museo de Orsay permite mostrarle al público un cuadro desconocido, y apreciar plenamente esta serie de Falaises de 1896 y 1897, gracias a este magnífico ejemplar que, además, se ha conservado en su estado original (nunca reentelado). Su reciente restauración, llevada a cabo cuando pasó a formar parte de las colecciones, le ha devuelto la frescura de sus colores y su notable luz nacarada.

Sur la falaise de Dieppe no se expone actualmente en el museo de Orsay.

Autora

  • Anne Robbins, conservadora Pintura