El decorador y el aficionado de arte. Dibujos y decoración de interior
El siglo XX casi ha canonizado la plaza del decorador, personalidad encarga de orquestar la decoración de elegantes mansiones y sus acondicionamientos interiores. Por muy arraigada que esté en la actualidad, esta actividad emerge a lo largo del siglo XIX, con personalidades originales, obviamente independientes, como Eugène Lami, Antoine Zoegger o Jules Allard. El decorador rivaliza entonces con el arquitecto que sigue siendo, sin embargo, todavía ampliamente el maestro de la decoración.
Tras creadores como Percier y Fontaine, cuya colaboración provocó el nacimiento del estilo Imperio, la cuestión de la decoración interior se convierte en fundamental. La distribución de las estancias, la elección de los colores, la ubicación del mobiliario y la exposición de objetos de arte, proporcionan el toque final a la búsqueda de reconocimiento social y de afirmación de un afán, propios de las elites europeas.
A finales del siglo XIX, los movimientos vanguardistas subrayan el aspecto fundamental desempeñado por la decoración interior, base de la renovación del marco de vida. De Félix Duban a Henry Van de Velde, de Antoine Zoegger a George Niedecken, los dibujos de decoración interior, lejos de ser anecdóticos, contribuyen con fuerza a la historia del gusto.
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