Vierge au lys

La dulzura domina la Virgen del lirio de Delaplanche: ligero movimiento del cuerpo, a penas apoyado en la pierna izquierda, amplio manto que envuelve la cabeza, inclinación del rostro que ofrece a la luz superficies modeladas en media tinta, expresión grave por fin que evita cualquier cursilería. "Esta Virgen del lirio es una exquisitez del sentimiento místico, dijo un crítico, Fra Angelico no soñó con nada más puro y Donatello no hizo nada más cándido". El delicado esmero del tratamiento de los pliegues como carnes, logran que la efigie sea un tipo inmaterial, pero sin esquivar ni la presencia del cuerpo, ni una determinada dimensión de ensueño, hasta el punto que a algunos contemporáneos les daba una impresión de agotamiento, de torpeza o de desilusión.
Artista de flexible y sabio talento, Delaplanche fue particularmente apreciado durante el Segundo Imperio. Pero mientras que bajo Napoleón III, dominan sensualismo, abundancia de las formas y estudio del movimiento, Delaplanche pertenece a un grupo de jóvenes escultores un poco a parte. El notable interés manifestado por ellos, a la gracia florentina, se declara en los efectos que proceden de los juegos de planos y de los drapeados, y nos da aquí una figura que combina la unidad expresiva con una sensible poesía. En la mayoría de estos artistas, el horror por la teoría converge con un apego por las sabias composiciones, una repugnancia respecto a los dogmas escolares como por el realismo, pero una fe todavía conservada en la importancia del tema.
Mostrada en el Salón de 1878, donde fue galardonada por una medalla de honor, la Virgen del lirio también fue presentada en el museo del Luxemburgo, entonces museo de los artistas vivientes, y en la muestra decenal de la Exposición universal de 1889.