Accro-chat-ge
Los gatos han estado representados en el arte desde sus inicios. En el siglo xix ocuparon un lugar destacado. Tras la aparición de Histoire des chats (Ndt: Historia de los gatos) de Paradis de Montcrif en 1727, el crítico de arte Champfleury dedicó en 1868-69 un libro a estos pequeños felinos: Los Gatos: una historia cultural. La obra, ilustrada con dibujos grabados de Delacroix, Manet, Mérimée y Hokusai, entre otros, cosechó un gran éxito. A finales de siglo, el gato negro dio nombre y silueta al célebre cabaret fundado por Rodolphe Salis en Montmartre en 1881, probablemente como homenaje al cuento El gato negro de Edgar Allan Poe y a su traductor Charles Baudelaire, amante ferviente de estos animales. Era tambien una referencia a Paris de una ciudad donde abundaban los gatos callejeros y maulladores, sobre todo por la noche. Intermediario entre naturaleza y cultura, el gato aúna opuestos: salvaje y doméstico, independiente y mimoso, depredador y amable, posee cualidades reales, simbólicas y plásticas que captan la atención de los artistas. Además, por sus largos ciclos de sueño son un modelo inmóvil perfecto para los pintores. Sus curvas, plasticidad y belleza lineal inspiran el gesto del dibujo.
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