El legado de Caillebotte

Caillebotte, que había nacido en el seno de una familia acomodada, adquirió más de setenta obras de Cézanne, Degas, Manet, Millet, Monet, Pissarro, Renoir y Sisley. Además de prestar apoyo financiero a sus amigos impresionistas, reunió una notable colección de arte moderno destinada a la posteridad. De hecho, en 1876, con solo 28 años, redactó un testamento en el que se la legaba al Estado. En él especificó que todos los cuadros debían exponerse en el Museo del Luxemburgo de París (entonces conocido como «museo de los artistas vivos»), y algún día en el Louvre.

En un principio, el Estado aceptó el legado, pero surgieron dificultades sobre la posibilidad de presentar la colección en el Museo del Luxemburgo, que era demasiado pequeño y estaba saturado. Tras largas conversaciones entre Martial Caillebotte, hermano del artista, Renoir, su albacea, y la administración de los museos, se llegó a un compromiso: el legado consistiría solo en una selección de cuarenta obras, pero todas ellas se expondrían. Estas pasaron a formar parte de las colecciones nacionales en 1896.

En febrero de 1897, la Sala Caillebotte abrió sus puertas al público. Semejante colección de obras impresionistas en un museo resultaba única en el mundo. Gracias a la generosidad y determinación de Caillebotte, el impresionismo obtuvo finalmente el reconocimiento oficial en Francia.

Los cuadros del legado Caillebotte, que habitualmente se exponen en diferentes espacios del Museo de Orsay, se reúnen aquí con motivo de la exposición «Caillebotte. Peindre les hommes».

Por razones de conservación, no se presentan los pasteles de Degas y los dibujos de Millet que forman parte del legado Caillebotte.