Exposition au musée

El misterio y esplendor. Pasteles del museo de Orsay

Del 08 Octubre 2008 al 01 Febrero 2009

¿El pastel: que es?<br>

¿El pastel: que es?

Odilon Redon-Fantaisie
Odilon Redon
Fantaisie, entre 1840 et 1916
Musée d'Orsay
photo musée d'Orsay / rmn © RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski
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Aparecido en el siglo XV, el pastel es un polvo de color solidificado. El bastón de pastel está realizado triturando pigmentos secos que se mezclan en un poco de agua pura con una materia de carga (arcilla o yeso) y un aglutinante (a menudo goma arábiga). La pasta obtenida se seca en un trapo, antes de ser cortada todavía húmeda en bastoncitos que luego se van a dejar secar al aire.
Primero limitados, los colores se multiplican poco a poco. Con la llegada de los colorantes sintéticos a mediados del siglo XIX, la gama se amplía considerablemente.
Técnica de coloración en seco, el pastel requiere un soporte levemente rugoso para que se pegue la materia. Sin embargo, la adhesión al soporte sigue siendo frágil. De modo que la mejor manera de protegerlo consiste en colocarlo bajo vidrio, evitando un contacto directo.
En su origen, el pastel servía para realzar de color los retratos a la piedra negra, a la sanguina o con punta de plata. Poco a poco, esta técnica se impone por sí misma..

Edouard Manet-Portrait d'Irma Brunner
Edouard Manet
Portrait d'Irma Brunner, vers 1880
Musée d'Orsay
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / René-Gabriel Ojéda
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El inmenso éxito de los retratos de la veneciana Rosalba Carriera (1674-1757) lanza la boga del pastel. Liotard, Perronneau, Chardin le otorgan sus letras de nobleza, mientras Quentin de La Tour lo alza a un escaso nivel de perfección. Aristócratas y burgueses del siglo de las Luces, están fascinados de verse tan fielmente representados en vivo: los efectos de materias, la ejecución de las carnaciones, psicología, no les falta nada.

Del olvido a la renovación

Edgar Degas-Chez la modiste
Edgar Degas
Chez la modiste, entre 1905 et 1910
Musée d'Orsay
Achat, 1979
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski
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La Revolución Francesa, que marca un paro en los encargos privados, y el neoclasicismo de comienzos del siglo XIX, apasionado por los cuadros heroicos, dejan de lado provisionalmente al pastel. Pero tras este eclipse, la sensibilidad de los románticos, tales como Delacroix, contribuye a su renovación.

A pesar del "redescubrimiento" del pastel por algunos artistas, todavía se le considera demasiado como un arte a penas digno de "los internados de jovencitas". Para superarlo, se crea una Sociedad de pastelistas franceses, en 1885, con el fin de organizar exposiciones dedicadas especialmente a esta técnica. El pastel reanuda con el éxito: "Los aficionados, de nuevo lo adulan", nota el crítico de arte Félix Fénéon, que observa también una notable ampliación de los temas.

"Realismos"<br>

Jean-François Millet-La femme au puits
Jean-François Millet
La femme au puits, vers 1866
Musée d'Orsay
Legs d'Alfred Chauchard, 1909
photo musée d'Orsay / rmn © RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Adrien Didierjean
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"Realismos"

En los años 1840 y 1850, una nueva generación de artistas se dedica a representar todos los aspectos de la sociedad. Tanto campesinos como obreros, les parecen de ahora en adelante temas tan dignos como los santos o los héroes mitológicos.
Él mismo, hijo de campesino, Millet privilegia la representación de humildes trabajadores, proporcionándoles gestos nobles y poses hieráticas. Con el pastel sin embargo, su arte adopta una forma menos severa que no disgusta a sus contemporáneos. Marcado por los maestros holandeses y flamencos del siglo XVII, Millet entrega algunas páginas al clima bucólico. Sus apaciguados campesinos se afanan a los trabajos del campo, pero no sin reencontrar la nobleza de los gestos inmemoriales (La mujer en el pozo, hacia 1866).

El realismo idealizado de Millet encuentra en seguida una prolongación en El pastor (1887) de Puvis de Chavannes o también en las Las dos bañistas a orillas de un estanque (hacia 1893) de Lhermitte.

Manet y Degas

Edgar Degas-Danseuses
Edgar Degas
Danseuses, entre 1884 et 1885
Musée d'Orsay
Dation, 1997
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Les pastels de Manet offrent un aspect parfois méconnu Lo pasteles de Manet ofrecen un aspecto a veces desconocido de su obra. Si La Señora Manet en un sofá azul (1874) ou La bañera testimonian de la mirada franca y sin aparejos que con frecuencia se atribuye al artista, sus delicados retratos femeninos como el Retrato de Irma Brunner (hacia 1880), nos revelan sin embargo un digno heredero de los maestros del siglo XVIII.

Degas, en cuanto a él, plasma tanto en sus pasteles como en sus pinturas, una mirada atenta sobre la vida moderna. Se encierra entre bastidores en los teatros, en las tiendas, o en cualquier rincón de apartamento: sus atrevidas perspectivas y su paleta incandescente transcienden el pequeño mundo de las bailarinas, de las modistas o de las bañistas.

El impresionismo<br>

Eugène Boudin-Etude de ciel au soleil couchant
Eugène Boudin
Etude de ciel au soleil couchant, entre 1862 et 1870
Musée d'Orsay
Legs du comte Isaac de Camondo, 1911
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski
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El impresionismo

Con el impresionismo, las potencialidades del pastel se expresan a la perfección. El movimiento encuentra su origen en una reacción contra los temas tenebrosos y exaltados del romanticismo y en un rechazo de las viejas recetas academicistas. En una palabra, se trata de olvidar las convenciones para tener una mirada virgen y alcanzar la espontaneidad.

Eugène Boudin, siendo uno de los primeros en adaptar la escuela de la naturaleza, abre el camino a la sensibilidad impresionista. El pastel, en particular, le permite captar las luces cambiantes de las orillas del mar.
En los años 1860, el joven Monet le acompaña en Normandía. Este último sigue utilizando el pastel todavía muchos años después, por ejemplo para sus vistas de Londres en 1899. A Pissarro, preparado para todas las experimentaciones, el pastel proporciona una incomparable frescura.

Claude Monet-Le pont de Waterloo à Londres
Claude Monet
Le pont de Waterloo à Londres, vers 1899
Musée d'Orsay
Legs de baronne Eva Gebhard-Gourgaud, 1965
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Gérard Blot
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Ante todo paisajistas, los impresionistas no evitan la representación de la figura humana, de momento que se ejecutada en la veracidad del día a día, como en El nadador (1877) de Gustave Caillebotte. Asimismo, el tema eminentemente humano de la maternidad encuentra, con la americana Mary Cassatt, una intérprete sensible y sin afectación.

"Un flujo ascendente de modernidad" : el naturalismo

Henri Gervex-Dieppe
Henri Gervex
Dieppe, vers 1885
Musée d'Orsay
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Tras los impresionistas, una corriente naturalista prospera en los años 1880. Numerosos son los pintores que, de ahora en adelante, comulgan con el culto de la naturaleza y de lo verosímil.
Desde los comienzos de la década, Zola había anticipado esta evolución saludando "un flujo ascendiente de modernidad, irresistible, que arrasa poco a poco la Escuela de Bellas Artes, el Instituto, todas las recetas y todas las convenciones".

El borde del acantilado en Dieppe (hacia 1885), por Gervex, tiene toda la verdad de algo visto. El retrato franco y directo del escritor Huysmans por Forain (hacia 1878) no tiene nada que envidiar a los retratos femeninos de Marie Bashkirtseff.
Ninguna idealización tampoco en la corpulenta Mujer desnuda calentándose (1886) de Besnard : las sombras y los reflejos de color del fuego traicionan la lección bien entendida de las novedades impresionistas.
Incluso Emile Lévy, pintor de grandes composiciones mitológicas, hace una excepción a sus rigurosos principios academicistas: Puerta de Asnières (1887), su pastel que representa el extrarradio nevado, revela el fiel y sensible observador.

Retratos mundanos: el tiempo suspendido<br>

Retratos mundanos: el tiempo suspendido

Emile Lévy-Portrait de Madame José-Maria de Hérédia
Emile Lévy
Portrait de Madame José-Maria de Hérédia, en 1885
Musée d'Orsay
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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En la alta sociedad de finales del siglo XIX, donde se mezcla la alta burguesía y la aristocracia, el retrato mundano ofrece a los artistas una salida rentable. El pastel se afirma muy naturalmente como una técnica privilegiada. A la gran satisfacción de sus modelos, recuerda ventajosamente las gracias aristocráticas anteriores a 1789, permitiendo a su vez halagüeños efectos. Como lo nota un crítico de la época, el pastel "se presta sin esfuerzo a la delicadeza de las carnes, a la malicia de las sonrisas, no está hecho para expresar la gravedad de la edad madura o la rigidez de la vejez".

Entre la clásica Señora de Heredia de Emile Levy (1885), y la flexible y vaporosa Señorita Carlier de Lucien Levy-Dhurmer (hacia 1910), la cortapisa burguesa parece aflojarse. Sin embargo en todos estos retratos, el tiempo parece suspendido y las poses siguen siendo convenidas. ¿No parecen a caso estas bellas mundanas, como una mariposa cautiva o un bello ornamento en un salón, limitadas a un papel decorativo?

Simbolismo

Emile René Ménard-Jugement de Pâris
Emile René Ménard
Jugement de Pâris, en 1907
Musée d'Orsay
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski
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Mientras que, en las exposiciones, las obras impresionistas y naturalistas se multiplican, aquellos que pronto llamaremos los simbolistas, exploran otras vías. Ávidos de ideal, pretenden expresar sus sentimientos, sus sueños, sus pasiones.

Los simbolistas revisitan los temas alegóricos y mitológicos. Entre las musas evanescentes de Osbert, los paisajes virgilianos de Ménard (El Juicio de Paris, 1907) o las escenas dramáticas de un Desvallières, del que se muestra por primera vez el extraordinario y monumental pastel Los tiradores de arco (1895), los mitos y las leyendas de antaño reencuentran un sabor todo poético.

Gracias a la materia en polvo, las mujeres en los pasteles simbolistas celebran más el misterio que el brillo. Estas bellas lánguidas, anónimas y encerradas en el silencio, expresan un clima de ensueño y estados de ánimos como la melancolía.
En cuanto a los paisajes simbolistas, tienen el magnetismo de los lugares encantados. En La barrera de Roussel (hacia 1892), brota un sentimiento de abandono que le otorga a la barrera una presencia casi incongruente. El misterio es más palpable todavía en ambos nocturnos de Rippl-Ronai (Un parque de noche,entre 1892 y 1895) y de Degouve de Nuncques Nocturno en el Parque Real de Bruselas , 1897).

Georges Desvallières-Les tireurs à l'arc
George Desvallières
Les tireurs à l'arc, 1895
Musée d'Orsay
Don Paul Simon et de ses sœurs, 1951
© Adagp, Paris, 2024 © Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Odilon Redon o "la línea abstracta"<br>

Odilon Redon o "la línea abstracta"

Odilon Redon-Vieillard ailé barbu
Odilon Redon
Vieillard ailé barbu, vers 1895
Musée d'Orsay
Legs de René Philippon, 1939
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Odilon Redon (1840-1916) crea sus primeros pasteles en 1880, pero fue a partir de la década siguiente que el color se impone en su obra. Ligado con el movimiento simbolista, el arte de Redon evoca un mundo penetrado por una intensa espiritualidad y salido derecho de un sueño.
"He hecho un arte a mi manera" escribe Redon, pero precisa: "Lo he hecho también con el amor de algunos maestros que me han llevado al culto de la belleza". Entre estos "maestros", encontramos a Rembrandt, Goya, Delacroix, Gustave Moreau entre otros, pero también el dibujante Bresdin, cuyo romanticismo descabellado y fantástico le marcó mucho.

Odilon Redon-Le char d'Apollon
Odilon Redon
Le char d'Apollon, vers 1910
Musée d'Orsay
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski
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A pesar de las innumerables interpretaciones del que fue el objeto, el arte de Redon pretende más bien una especie de indeterminación: "Mis dibujos inspiran y no se definen. [...] nos colocan, como la música, en el mundo ambiguo de la indeterminación". Tanto como un sentido, cabe buscarse en él, una emoción meramente estética. De hecho, el arte de Redon se presta a una lectura formalista que el propio artista fomentaba: "Imaginen arabescos o meandros variados, desarrollándose no en un plano, sino en el espacio [...]; imaginen el juego de sus líneas proyectadas y combinadas con los elementos más variados".
Esta importancia de los recursos plásticos hace de Redon un auténtico moderno. Como lo escribe Maurice Denis en 1912, "está en el origen de todas las innovaciones o renovaciones estéticas, de todas las revoluciones del gusto a las que hemos asistido desde entonces".