Harriet Backer (1845-1932) La música de los colores

Soirée, intérieur, 1896
© Oslo, Nasjonalmuseet for kunst, arkitektur og design, NG.M.02216 / Photo: National Museum / Børre Høstland
Introducción
Aunque Harriet Backer resulta poco conocida fuera de su país, fue la pintora más célebre de Noruega a finales del siglo XIX. La artista realizó una síntesis muy personal de escenas de interior y de la práctica al aire libre, inspirándose tanto en el movimiento realista como en las innovaciones del impresionismo a través de una pincelada libre, de una paleta de tonos más claros y del gran interés que mostró por las variaciones de la luz. Aunque la pintura de Backer experimentó una notable evolución estilística a lo largo de su dilatada trayectoria, se mantuvo fiel a un número limitado de temas y al estudio directo del motivo. Harriet Backer era hermana de una afamada compositora a la que estaba muy unida, por lo que situó la música en el centro de su obra, como tema a la vez que como modelo, procurando sugerir un ambiente, una emoción, un instante, mediante el uso de la pincelada, del ritmo y de colores sutiles.
A su regreso a Noruega a principios de 1890, tras formarse en Múnich y París, las grandes capitales europeas del arte, abrió una escuela mixta de pintura que se convirtió en una de las más importantes del país antes de la creación de la Academia de Bellas Artes. Backer formó parte de numerosos jurados de exposiciones, y durante veinte años también fue miembro del consejo de administración y del comité de adquisiciones de la Galería Nacional de Noruega.
Una formación europea: Múnich y París
Desde la infancia, Harriet Backer mostró un gran interés por el dibujo y la pintura. Al igual que muchos artistas noruegos, amplió su formación en las grandes capitales artísticas de Europa Occidental y Central. Acompañada por su hermana Agathe, que estudiaba piano, viajó a Berlín y después a Florencia. En 1874, ambas se trasladaron a Múnich, en la que existía una dinámica comunidad de artistas escandinavos. Allí Backer conoció a algunos de sus mejores amigos, como Eilif Peterssen y Kitty Kielland. Desde sus primeros viajes, Backer también se formó copiando a los maestros antiguos en los museos, y se interesó especialmente por la pintura holandesa del siglo XVII. En París fue donde realizó su estancia más larga. Allí vivió durante diez años, a partir de 1878, y se matriculó en la academia de Mme Trélat de Lavigne, una escuela reservada para mujeres muy popular entre las artistas nórdicas, en la que enseñaban Léon Bonnat, Jean-Léon Gérôme y Jules Bastien-Lepage. Backer, que hasta entonces se había apasionado por la pintura histórica, se interesó por el naturalismo y también observó a los impresionistas.
Círculo de mujeres artistas escandinavas
En Múnich y después en París, Harriet Backer conoció a artistas de Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia que compartían su ambición por convertirse en pintoras profesionales. Muchas mujeres escandinavas acudieron a Alemania y Francia para formarse en talleres privados, ya que las puertas de las escuelas y academias de bellas artes seguían cerradas para ellas.
En 1875, Harriet Backer trabó amistad en Múnich con Kitty Kielland, paisajista y activista por los derechos de la mujer, con quien compartió su casa-estudio durante el resto de su vida. Su relación, implicara o no una intimidad de pareja, desafió las normas de género de la época. Sin embargo, una unión tan estrecha entre dos pintoras no era algo inusual a principios del siglo XX, y la mayoría de ellas guardaba el celibato para mantener su independencia personal y profesional.
En París, en la década de 1880, Backer conoció a muchas artistas de los países nórdicos que completaban su formación en esta capital artística. Allí se profesionalizaron, crearon sus propias redes, expusieron en el Salón y obtuvieron el reconocimiento del público y de la crítica. Estas mujeres artistas vivieron en gremios y se representaron a sí mismas en retratos cruzados en los que el estudio desempeñaba un papel simbólico como una estancia propia, en la que se alcanzaba la independencia a través de la creación.
En mi casa, el taller de música
Harriet Backer creció en un entorno musical. Su hermana Agathe Backer Grøndahl fue una de las compositoras noruegas más destacadas de su época. Su sobrino Johan Backer Lunde, hijo de su otra hermana Inga, también fue compositor. Al igual que muchas mujeres burguesas, Backer tocaba el piano. Este instrumento musical ocupaba un lugar destacado de su piso de París y Kristiana (Oslo), donde sus amigos amantes de la música se reunían para organizar conciertos intimistas. El cuadro Chez moi (En mi casa) (1887) muestra a la escritora Asta Lie sentada al piano en el piso-estudio que Backer compartía en París con Kitty Kielland. Este tema de la mujer al piano impregnó la obra de Backer a lo largo de toda su carrera. En la exposición, se lo asocia a los retratos de sus seres queridos, a menudo unidos en torno a la música.
Más que un tema, para Backer la música era un modelo, puesto que aspiraba a que la pintura fuese como «una música para la vista». Al igual que numerosas artistas de su época, consideraba la música como la aspiración y el modelo de todo arte. A través de la pincelada, de la composición y del color, creó ritmos y armonías coloristas que plasmaron las impresiones generadas por la música.
Interiores rústicos
«No importa que prometiera dejar de pintar interiores, de atormentarme con las líneas de perspectiva y de pelearme con las patas de las sillas. Nada más penetrar en una estancia de colores azules y rojos sobre unos muebles rústicos o unas paredes mates y brillantes, en las que la luz que reflejan los árboles y el cielo penetra por una ventana o una puerta, no tardo ni un segundo en ponerme delante de un lienzo». Así describe Harriet Backer su fascinación por los interiores rurales en una conversación con el pintor Christian Krohg. En 1881 abordó este motivo durante un viaje de estudios a Bretaña con los pintores Kitty Kielland y Germain Pelouse. En esa ocasión, Harriet Backer pintó dos granjas, una por la mañana y otra al atardecer, para explorar el modo en que la luz transforma los colores y los ambientes en función de la hora del día, un planteamiento que recuerda el de los impresionistas. Backer siguió explorando estos motivos durante sus diversas estancias en Noruega, ofreciendo indirectamente una visión de la vida cotidiana, sencilla y auténtica, de las campesinas y campesinos contemporáneos, sin por ello hacer de ello su tema principal.
Ritos y reflejos interiores de iglesias
Tras su regreso a Noruega en 1888, los interiores de las iglesias y los rituales religiosos se convirtieron en temas importantes para Harriet Backer. Todos ellos contribuyeron en gran medida a su reputación en su país natal. En un contexto político reivindicativo de una identidad noruega propia, sus preferencias se centraron en los edificios antiguos, medievales, construidos antes de la colonización danesa y más tarde sueca. Las iglesias que Backer representaba eran en su mayoría de confesión luterana, que por aquel entonces predominaba en Noruega. La artista las pintó incansablemente a pesar de las condiciones materiales a veces complicadas, debido a la vetustez o al gran aislamiento de los edificios, insistiendo en los elementos arquitectónicos que les conferían a estos edificios un ambiente realmente singular. Backer se centró en los juegos de luz y color de las carpinterías barnizadas, de la piedra o de los bancos patinados por el paso del tiempo, y describió las ceremonias religiosas de la vida cotidiana, reflejando así tanto su altruismo por sus coetáneos como su concepto de la fe, humilde, personal y centrada en la introspección.
Exterior
El interés de Harriet Backer por la pintura de paisaje fue tardío. Sus primeros ensayos conocidos se remontan al verano de 1884. Estos estaban influidos por el naturalismo de Jules Bastien-Lepage, que había sido su profesor en París, y coincidían con el gusto por la pintura al aire libre muy en boga entre los artistas nórdicos. Sus paisajes combinan un intenso trabajo en torno al color con una pincelada muy libre que recuerda al impresionismo. De junio a octubre de 1886, Backer vivió en la granja de Fleskum, cerca de Oslo, con algunos de los amigos íntimos que había conocido en Múnich. Esta improvisada colonia artística inició un profundo movimiento en la pintura de todo el norte de Europa. De hecho, el trabajo conjunto de Kitty Kielland y Eilif Petersen propició la emersión de un neorromanticismo nacional que exaltaba el poder intrínseco de los paisajes y las identidades nórdicas. Este apoyó la intensificación reivindicativa de la autonomía política en los países escandinavos. Backer no se sumó a esta corriente hasta la década siguiente, con paisajes centrados en formas más densas, con tonos más oscuros y misteriosos que plasmaban la naturaleza noruega.
La vida silenciosa
En 1903, Harriet Backer se instaló en un estudio situado en Hansteens gate 2 en Kristiania (Oslo), donde vivió y trabajó el resto de su vida, junto a sus amigas pintoras Kitty Kielland y Asta Nørregaard. Alrededor de 1910, retomó por primera vez las naturalezas muertas desde sus años en Múnich. La artista pintó la vida secreta y silenciosa de las cosas, como pintaba las figuras en sus interiores. Exploró la relación entre el color y la forma con una serie de objetos y plantas que se repetían de un cuadro a otro. Algunas de sus representaciones de jarrones y manzanas evocan los cuadros de Cézanne, de quien su alumno Henrik Sørensen la calificó de «hermana». El otro motivo desarrollado a principios del siglo XX fue el de la ventana. La artista simplificó sus detalles y se concentró en ese foco de luz, en ese lugar de paso entre el interior y el exterior, un motivo recurrente en su obra.
Backer disponía de un segundo taller, cercano a su taller personal, en el que, de forma inusual para la época, formaba a alumnos de ambos sexos. Estas clases complementaban sus ingresos, ya que pintaba tan despacio que no podía vivir solo de la venta de sus cuadros. Como profesora, animaba a cada uno a desarrollar su propio estilo. Backer ejerció una considerable influencia en toda una nueva generación de artistas noruegos.