La Condesa de Castiglione por sí misma
El nombre de Virginia Oldoini, Condesa de Castiglione, está vinculado a las intrigas políticas del Segundo Imperio, a los fastos de la Corte de Tuileries y a la irradiación de un París cosmopolita, capital de la moda y de los placeres.
Nacida en Florencia en 1837, Virginia Oldoini se casa muy joven con el Conde Verasis de Castiglione. Prima de Cavour y amiga íntima de Víctor Manuel de Saboya, rey del Piamonte, es enviada a París en 1856 para defender la causa de la unidad italiana ante Napoléon III.
Su belleza altiva causa sensación en la Corte. El mismo año, se convierte en la amante del Emperador. En 1857, tras una dolorosa ruptura, regresa a Italia. Sólo volverá para establecerse definitivamente en París en 1861. Separada de su marido, conserva numerosas relaciones en el mundo de la altas finanzas, de la aristocracia y de la política.
Tras la caída del Imperio en 1870, vive cada vez más recluida, manteniendo a su alrededor una atmósfera de misterio, que despierta la curiosidad de Robert de Montesquiou, quien sentirá por ella una auténtica pasión. Pese a que no buscará un encuentro con ella, coleccionará varios objetos que le han pertenecido. En 1913, publica una obra titulada La Divina Condesa. La Castiglione fallece en 1899, a los 62 años.
Virginia de Castiglione marcó su tiempo. Las fotografías que la representan ilustran la mayor parte de las publicaciones de la época. Ella es el motivo de una quinientas fotografías realizadas a lo largo de unos cuarenta años (1856-1895) de colaboración con el fotógrafo de la Corte imperial, Pierre - Louis Pierson (1822-1913).
Contrariamente a la costumbre, la Condesa determina el vestido, la expresión, el gesto, hasta el extremo de imponer el ángulo de la toma de vista. También fija el producto final, tarjeta de visita o ampliación pintada. Bautiza cada cliché con un nombre inspirado a veces en el teatro o en la ópera contemporánea: por ejemplo, "Scherzo di Folia" extraído de la ópera de Verdi Un ballo in maschera.
En una época en la que el género de la fotografía de moda aún no existe, ella muestra su originalidad e invención. A través de todo tipo de puesta en escena –verdaderas apariciones vestida de Reina de corazones, Reina de Etruria, Carmelita–, ella encuentra actitudes siempre imponentes o graciosas, a veces extravagantes, distinguiéndose así de las fotografías de las bellezas de la época.
El procedimiento artístico de la Castiglione, en sus intenciones y sus resultados, anticipa el trabajo de los artistas fotógrafos de hoy día, siendo una de los más destacadas Cindy Sherman. Su predilección por fotografías totalmente pintadas, según sus instrucciones detalladas, es el origen de un género en vías de rehabilitación. En efecto, el arte contemporáneo, mezcla en el seno de una misma obra, técnicas y productos híbridos que aparentemente deberían excluirse. Citemos, por ejemplo, al alemán Gerhard Richter que pinta fotografías o al norteamericano Joël-Peter Witkin.
La exposición del Museo de Orsay pone de realce, a través de un centenar de fotografías, la personalidad narcisista y el genio innovador de la Castiglione en la elaboración de sus retratos. Figura emblemática de la sociedad mundana del Segundo Imperio, la encontramos representada por el escultor Carrier-Belleuse, por pintores tales como George Frederic Watts y más tarde por Jacques-Emile Blanche; algunos objetos personales, vaciados de sus piernas, abanicos, un cofre de cartas... contribuirán a evocar el mundo refinado y precioso en el que se desenvolvía la Divina Condesa.