Exposition au musée

Louis Janmot, El poema del alma

Hasta el 07 Enero 2024
Louis Janmot (1814 1892)
Le Poème de l'âme. L’idéal, vers 1850 - 1854
Lyon, musée des Beaux-Arts
© Lyon, musée des Beaux-Arts / Alain Basset

El Poema del alma, obra a la vez pictórica y literaria, es el proyecto de toda una vida, desarrollado entre 1835 y 1881 por el pintor lyonés Louis Janmot. Este cuenta la epopeya de un alma en la tierra en treinta y cuatro pinturas y dibujos, conservados en el Museo de Bellas Artes de Lyon, que forman dos series distintas y van acompañados de otros tantos poemas en verso. La exposición nos invita a explorar la historia de esta alma, a emprender con los personajes un viaje iniciático, a seguirlos en su búsqueda de lo absoluto.

© Musée d’Orsay / Sophie Crépy

El ciclo, que se presentó parcialmente en la Exposición Universal de 1855, y llamó la atención de Charles Baudelaire y de Théophile Gautier, nunca cosechó el éxito esperado. ¿Era Janmot demasiado inusual para su época, como pensaba Eugène Delacroix, admirador y defensor de El Poema del alma? En la exposición, una serie de «gabinetes» permiten explorar las inspiraciones filosóficas, espirituales y literarias del pintor y poeta, y descubrir sus afinidades con otros artistas, desde William Blake hasta Odilon Redon, que consolidan el Poema del alma en el siglo XIX.


Descubra el texto completo de El Poema del alma de Louis Janmot (en francés) :

Leer el texto

El Poema del alma, primera parte (1835-1854)

Los veinte años de trabajo en el primer ciclo de El Poema del alma podrían haber dado como resultado un conjunto muy dispar desde el punto de vista del estilo. Sin embargo, esta serie de dieciocho cuadros desprende una gran coherencia visual. Ante los fondos que evocan decorados teatrales se mueven los personajes de un lado a otro, como si estuvieran en un escenario, lo que refuerza la impresión de continuidad.

El pintor y poeta cuenta la historia del viaje iniciático de un alma, con los rasgos de un niño vestido de rosa que crece y evoluciona de cuadro en cuadro. Su búsqueda existencial pasa por conocer a su alma gemela –una joven vestida de blanco– que, como él, aspira al cielo, a la pureza y a la armonía. Se suceden las etapas y vicisitudes de sus vidas: el nacimiento, la primera infancia, la educación, los primeros amores y la aspiración a un ideal. La aparente tranquilidad de esta primera serie, en contraste con la segunda, se contradice a menudo por los detalles ocultos en las obras y por los poemas en verso que subrayan el carácter trágico del destino del alma en cada etapa.

El Poema del alma, segunda parte (1854-1879)

Para el segundo ciclo de El Poema del alma, Janmot abandonó la pintura por el dibujo. El carboncillo se combina con realces de color sobre hojas de papel de tamaño similar al de los cuadros. Ya no se trataba de dibujos preparatorios, sino de obras terminadas, algunas de las cuales se expusieron en los Salones de 1861 y 1868.

© Musée d’Orsay / Sophie Crépy

El ambiente es mas sombrío, lo que se ve reforzado por la elección de estos materiales. Marcado por la pérdida de la mujer que amaba, el joven cae en la desesperación. Busca una salida en los placeres, cede a la tentación y a la duda, pero no encuentra más que sufrimiento. Un final feliz aunque ambiguo marca la culminación de este viaje iniciático, ya que se reúne con su amada en el cielo.

El tono pesimista se hace eco de las propias tribulaciones de Janmot. El tono también es más político, en consonancia con la tendencia conservadora de los círculos católicos en las décadas de 1860 y 1870.

Gabinete n.º 1:Epopeyas pictóricas e ilustradas

Los ciclos pintados suelen estar diseñados para integrarse en la arquitectura. Entre los que Janmot pudo haber visto en su juventud se encuentran la Historia de Psique de Rafael (1518), para la Villa Farnesina de Roma, y la Vida de San Bruno de Eustache Le Sueur (1645-1648), para la cartuja de París (Museo del Louvre). Pero El Poema del alma no se integra en ningún lugar específico. Su concepción se debe más bien a la combinación de la pintura y la poesía, como en los «libros ilustrados» de William Blake. Así que hay que recurrir a la literatura y a la ilustración para encontrar las fuentes de Janmot. El artista se inspiró en la poesía épica y filosófica de su época, como La caída de un ángel de Alphonse de Lamartine (1838) o La divina epopeya de Alexandre Soumet (1840), o en las grandes epopeyas europeas interpretadas por los artistas románticos: La Divina Comedia de Dante (1303-1321), El Paraíso perdido de John Milton (1667) o El Cantar de los Nibelungos, una leyenda medieval alemana.

Gabinete n.º 2: El alma y el ángel de la guarda

© Musée d’Orsay / Sophie Crépy

Durante el siglo XIX, sobre todo con el Romanticismo y después con el Simbolismo, la representación del alma cobra una considerable importancia. Los artistas responden de diferentes maneras al mismo problema iconográfico: ¿cómo representar una entidad inmaterial, distinta del cuerpo y que existe más allá de la muerte? Alternativamente, el alma adopta la forma de una figura femenina alada, alegoría de la pureza y la espiritualidad, o se materializa como una sombra o un flujo que se desprende del cuerpo. Janmot, por su parte, la representa con los rasgos de un niño con la capacidad sobrenatural de elevarse a los cielos. La ligereza del alma liberada de la gravedad terrenal es el denominador común de varias obras. Las alas, un atributo del alma, pueden hacer que se confunda con su doble celestial, el ángel de la guarda, que también gozó de gran popularidad en el siglo XIX, tanto en la literatura infantil y los manuales de devoción como en las grandes obras literarias y artísticas de la época.

Gabinete n.º 3: El ideal

La obra de Janmot se caracteriza por el mismo arquetipo femenino al margen del tiempo, que se impone desde el principio en sus creaciones. El artista toma como modelos a personas cercanas, entre ellas su mujer y sus hijas, y a medida que desarrolla sus estudios, las transforma para adaptarlas a su ideal estético. Su gusto asocia varias fuentes formales: la perfección del dibujo de su maestro Jean Auguste Dominique Ingres, y la inspiración en la Antigüedad así como la gracia de la pintura renacentista florentina, en particular, la de Sandro Botticelli.

Las figuras femeninas de El Poema del alma combinan referencias a la Virgen María, cuyo culto se encontraba en pleno auge, con referencias a la literatura, tanto contemporánea como del pasado. Janmot se inspira muy directamente en La Divina Comedia del poeta medieval florentino Dante, muy popular en los círculos tanto románticos como católicos del momento. El viaje del héroe lleva esta impronta, la búsqueda de una amada perdida que toma prestado de Dante el nombre de Beatriz.

Gabinete n.º 4: Paisaje y realidad

© Musée d’Orsay / Sophie Crépy

El paisaje desempeña un papel importante en las escenas de El Poema del alma, y contribuye a la acción al armonizarse con el estado de ánimo del personaje principal. Aunque se formó como pintor de historia, Janmot se inició en la pintura de paisaje gracias a dos de sus compatriotas lyoneses, Paul Flandrin y Florentin Servan. Con ellos aprendió a estudiar la naturaleza para encontrar motivos que más tarde retomaría en sus composiciones.

La mayor parte de las decoraciones se inspira en Bugey. Esta comarca montañosa, situada en el departamento de Ain, cerca de Lyon, pertenece al extremo sur del Jura. El territorio ofrece un paisaje contrastado, que combina escarpados precipicios, una meseta de verdes praderas y marismas. Janmot siente apego por esta comarca de la que procede la familia de su madre. En los veranos de 1840 y 1850, se alojó en el pueblo de Lacoux en la casa de su amigo Servan. Flandrin los visitaba con frecuencia, y el trío se unía para trabajar junto en el campo de los alrededores.

Gabinete n.º 5: Pesadilla, los peligros del inconsciente

El sueño, muy presente en El Poema del alma, alterna entre lo melancólico, lo místico y lo sensual. También se aventura en un territorio peligroso cuando se convierte en pesadilla, título que recibe la octava composición. Es posible que Janmot conociera este tema, popular en la literatura y las artes de la época, a través de grabados de obras de sus predecesores, como el suizo Johann Heinrich Füssli, el inglés William Blake y el español Francisco de Goya. A su vez, exploró los tormentos psicológicos y lo que pronto se conocería como el «inconsciente».

© Musée d’Orsay / Sophie Crépy

De la mano de dos amigos médicos alienistas, el artista pudo haber sido introducido en estos temas, de los que se harían eco más tarde los simbolistas y, en la era del psicoanálisis, los surrealistas. Odilon Redon mantuvo una estrecha relación con Janmot y fue quizás gracias a él que se aficionó al carboncillo. Max Ernst y Salvador Dalí no conocieron El Poema del alma, pero Dalí expresó su curiosidad por el artista cuando lo descubrió en una exposición en 1968.