Pierre Bonnard. Pintar Arcadia
Un [italiquenoir]Nabi muy japonista[/italiquenoir]
Un Nabi muy japonista
La cueillette des pommes, vers 1899
Kanagawa, Pola Museum of Art
© Pola Museum of Art
Durante esta década, desarrolla un estilo esencialmente decorativo, en el que los motivos se encajan y se pliegan, en una compleja red de líneas en arabescos y manchas de colores llamativos. La perspectiva, sin profundidad, precipita las formas a la superficie, devolviendo los planos al mismo nivel. Esta visión sintética y el formato vertical de sus paneles decorativos que evocan kakemonos, le proporcionaron el apodo de “Nabi muy japonista” (Félix Fénéon).
Con sus amigos de la Academia Julian - Maurice Denis, Edouard Vuillard, Paul Sérusier, Paul Ranson, Gabriel Ibels – Bonnard forma el grupo de los Nabis, una vanguardia estética de tendencia simbolista. Sus temas favoritos proceden de su vida íntima y del mundo contemporáneo. La elegancia, la vitalidad, el encanto, la delicadeza y el humor que caracterizan su pintura, se expresan con la misma intensidad en los pequeños formatos como en las composiciones de gran tamaño, como en los cuatro paneles sobre el tema de la cosecha de manzanas, reunidos por primera vez con motivo de esta exposición.
Hacer que surja el imprevisto
Hacer que surja el imprevisto
Intimité, en 1891
Musée d'Orsay
Acquis avec le concours de Philippe Meyer par l'intermédiaire de la Foundation for French Museums, 1992
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski
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La fantasía de Bonnard y el deseo de escapar a cualquier sistema, introducen una parte de extrañeza en su pintura, en la que la presencia de elementos incongruentes y de apariciones furtivas, incrementan el misterio del tema. Así mismo, la pipa situada en el primer plano del cuadro titulado Intimidad es casi invisible, con sus volutas de humo que se funden en el motivo del papel pintado. La rareza surge de un nublado de las indicaciones espaciales, como en la visión vertiginosa de las Bailarinas en el escenario de la Ópera, captada desde un punto de vista elevado.
Danseuses, dit aussi Le Ballet, vers 1896
Musée d'Orsay
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Bonnard transcribe, de forma radical en su pintura, el espectáculo de la vida contemporánea. Se divierte de la marcha mecánica de los paseantes que desfilan como por un pasillo rodante, a lo largo del lago del bosque de Boulogne, sobre fondo de árboles plantados de forma rítmica, mientras que dos perros pequeños retozan, en el primer plano. El encanto improvisado surge de este contraste, con un efecto cómico garantizado.
L'indolente ou Femme assoupie sur un lit, en 1899
Musée d'Orsay
Affecté au Musée d'Orsay, 1977
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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La propensión del artista a poner en escena sus sujetos, fomenta la expresión del inconsciente y de sus oscuros deseos que afloran, bajo formas difusas. Sus fantasías se materializan en los entramados fantasmales de La indolente con la silueta de un personaje inquietante, sentado en el primer plano y la de un animal quimérico, dibujado en los pliegues de la sábana.
Un Bonnard secreto y complejo se desvela en estos elementos desencajados. Cercano a Alfred Jarry, el artista conserva durante toda su vida una distancia crítica y un humor sutil de un patafísico.
Interior
Interior
La soirée sous la lampe, en 1921
Musée d'Orsay
Donation Philippe Meyer, 2000
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Michèle Bellot
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Enemigo de las teorías y de los temas pomposos, Bonnard se interesa por el tema de la intimidad, a comienzos de la década de 1890, probablemente bajo la influencia de Vuillard. Sus interiores, con o sin personajes, no describen ningún hecho notable, pero hacen referencia a situaciones psicológicas o sentimentales, como la ternura materna, la soledad, la incomunicabilidad entre los seres, el erotismo.
La iluminación artificial y los encuadres, refuerzan la impresión de encerramiento de los personajes. En mayoría posados de sus allegados - su madre, sus sobrinos, su compañera - los protagonistas de estos momentos de puertas para adentro se parecen a criaturas enigmáticas, al borde de las tinieblas del teatro simbolista de Maeterlinck, del que Bonnard era aficionado.
L'homme et la femme, 1900
Paris, musée d'Orsay
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
Bonnard inventa sofisticados dispositivos, para traducir el vértigo del pensamiento y de los sentidos, como el biombo para separar a los amantes - Marthe y él mismo - en El hombre y la mujer.
Su punto de vista en el espacio es a menudo móvil, a veces en picado, otras en contrapicado, como para sorprender mejor a su modelo. El juego de los espejos, en la admirable composición titulada La chimenea hace referencia al enigma de la mirada. ¿Quién mira a quién? El modelo mira su reflejo en la luna y el reflejo de su reflejo, en un espejo colocado detrás de él. El espectador contempla ambos y se interroga sobre el cuadro situado en el fondo. La forma fluida y alargada del gran desnudo de Maurice Denis - hoy desaparecido - se opone al busto escultural de Lucienne Dupuy de Frenelle, de la que Bonnard estaba enamorado.
Historia de agua
Historia de agua
Nu dans la baignoire, 1925
Londres, Tate Gallery
Bequeathed by Simon Sainsbury 2006, accessioned 2008
Copyright © Tate, / Tate Images © Tate, Londres, dist. RMN-Grand Palais / Tate Photography / Bonnard, Pierre
La mayoría de estos desnudos son posados de su compañera, Marthe, pero también de otros modelos cuya identidad no tiene importancia, porque todos encarnan un ideal femenino en la pintura de Bonnard: cuerpo menudo, piel nacarada, pecho alto, rostro invisible.
En agosto de 1925, el artista se casa con Marthe y, unas semanas después, su amante, Renée Monchaty, se suicida. Empieza una serie de desnudos en una bañera que muestra un cuerpo pasivo y horizontal, visto en picado en la transparencia del agua. El espacio está transfigurado por las vibraciones de colores y de luz. Los planos y las materias fusionan. Esta magnificencia desplegada en un simple cuarto de aseo, transformado en palacio de las Mil y una noches solo atenúa en parte, la ambigüedad que se desprende de estas escenas.
Clic clac Kodak
Clic clac Kodak
Pierre Bonnard fumant la pipe dans le jardin du Grand-Lemps, vers 1906
Musée d'Orsay
Donation de l'indivision Terrasse 1987
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Alexis Brandt
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Bonnard empieza a practicar la fotografía a comienzos de la década de 1890, cuando compra una cámara Kodak-Pocket de uso sencillo. Sus primeras fotografías registran momentos ordinarios de la vida familiar, sin más pretensión que la de integrar el álbum de recuerdos.
En los clichés reconocemos a su hermana, Andrée, su cuñado, el músico Claude Terrasse – muy alto con un espeso cabello rizado - y sus cinco sobrinos que Bonnard adoraba. Las vacaciones de verano, en la finca familiar del Grand-Lemps, en el Delfinado, ofrecen muchas oportunidades de fijar en la película escenas de baño, juegos y paseos.
Modèle retirant sa blouse dans l'atelier parisien de Bonnard, vers 1916
Musée d'Orsay
1985, acquis par les Musées nationaux (comité du 13/12/1985)
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Estas instantáneas sentimentales constituyen, sin embargo, para Bonnard, útiles documentos para su pintura, ofreciéndole modelos con poses al vuelo o elegidas. Fotografía a Marthe desnuda en un interior y en exterior, bajo el follaje de su jardín de Montval. Estos clichés, realizados durante dos sesiones, se han hecho famosos. Menos conocidas son las fotografías echadas por Marthe de Bonnard desnudo, en este mismo decorado, en la época en que ilustra Dafnis y Cloe, una novela pastoril griega de Longo, con la idea de una Arcadia trasladada a la región parisina.
Si Bonnard trae clichés de sus viajes a Venecia y a España, éstos se centran en sus compañeros, Vuillard y los hermanos Bibesco, y no en los notables lugares que visitan juntos. La fotografía sigue siendo para él una práctica relacionada con el registro afectivo.
Retratos elegidos
Retratos elegidos
L'après-midi bourgeoise ou La famille Terrasse, en 1900
Musée d'Orsay
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Los retratos de sus allegados y de él mismo, revelan un Bonnard inesperado. Estos cuadros son una mezcla de observaciones y de subjetividad, de parecido y de deformación, de banalidad y de embellecimiento.
Los más intensos son los autorretratos destinados solo para él. Ya sea de tres cuartos o de frente, Bonnard se representa a contraluz, el rostro tenso, los puños cerrados, la mirada triste o ansiosa. Una luz dorada nimba su silueta de boxeador o de sabio oriental.
A menudo retraído, prefiere observar el mundo que lo rodea. Los retratos de su hermana Andrée, de su cuñado el músico Claude Terrasse - con el que comparte las aventuras de Ubú rey de Alfred Jarry -, de sus sobrinos, demuestran su capacidad para captar el parecido de los individuos y la vitalidad de su pequeña comunidad.
Les frères Bernheim-Jeune [Josse Bernheim-Jeune et Gaston Bernheim de Villers], en 1920
Musée d'Orsay
Don de M. et Mme Gaston Bernheim de Villers, 1951
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski
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Encantadoras o ridículas, ampulosas o frágiles, las personalidades retratadas por Bonnard están a veces captadas en situaciones críticas, como Misia y Thadée Natanson, en la época de su divorcio. Se encuentra la misma tensión en el cara a cara contrastado entre la rubia Renée Monchaty, amante de Bonnard, y Marthe cuyo perfil desaparece en la sombra (Mujeres jóvenes en el jardín). Los retratos de sus amigos y marchantes Josse y Gaston Bernheim no se salvan de este sentimiento de malestar.
El jardín salvaje: Bonnard en Normandía
El jardín salvaje: Bonnard en Normandía
Tras varias estancias en Normandía, Bonnard compra, en agosto de 1912, una casa pequeña sobre pilotes, situada en las laderas del Sena, en Vernonnet. Este refugio entre cielo y agua, que llama “Ma Roulotte”, dinamiza su inspiración con el panorama que se extiende a pérdida de vista. La luz cargada de finas partículas de vapor de agua, proporciona una visión borrosa de la vegetación y de los diferentes planos, hasta el horizonte.Bonnard encuadra sus paisajes a partir del balcón de la fachada de su casa o de su taller que domina su “jardín salvaje” que baja rodando con fuerte pendiente, hasta el río. Desde este punto de vista, todos los colores de la vegetación fusionan como una tapicería colorida, y los personajes colocados delante de este decorado, parecen flotar en un espacio-tiempo irreal, como la figura hierática de Marthe en Pomona, con una fruta en la mano, en La terraza en Vernonnet.
Desde “Ma roulotte”, Bonnard visita a menudo a Monet, instalado en Giverny, muy cerca de Vernon. Aunque su jardín no se parezca al del maestro del impresionismo, construido como una obra de arte, los intercambios entre ambos artistas alientan a Bonnard a liberarse del naturalismo y a desarrollar una interpretación lírica de la naturaleza.
Décor à Vernon, dit aussi La terrasse à Vernon, 1920-1939
New York, The Metropolitan Museum of Art
Don de Florence J. Gould, 1968
© Image copyright © The Metropolitan Museum of Art / Art Resource © The Metropolitan Museum of Art, Dist. RMN-Grand Palais / image of the MMA / à© Image copyright à© The Metrop
Ultravioleta
Ultravioleta
Vue du port de Saint-Tropez, 1911
New York, The Metropolitan Museum of Art
Legs Scofield Thayer 1982
© The Metropolitan Museum of Art, Dist. RMN-Grand Palais / image of the MMA
En junio, julio de 1909, Bonnard realiza su primera larga estancia en Saint-Tropez, invitado por el pintor Henri Manguin, un amigo de Signac, Cross y Matisse. Siente entonces, como lo escribe a su madre, un “golpe de las Mil y una noches. El mar, los muros amarillos, los reflejos tan coloridos como las luces...” lo deslumbran.
La Costa Azul, con su atmósfera hedonista, cerca del ideal de la antigua Arcadia, es un paraíso para los pintores. Bonnard vuelve allí casi cada año, alquilando villas en Grasse, Saint-Tropez, Cannes y en el Cannet, antes de comprar, en 1926, una casita que llama “Le bosquet”, en las alturas del Cannet, con una vista panorámica sobre la bahía.
L'enlèvement d'Europe, 1919
Toledo, Toledo Museum of Art
Acquis grâce aux fonds de Libbey Endowment, don d'Edward Drummond Libbey, 1930
Photo by Richard Goodbody, Inc. For the Toledo Museum of Art © Photo Richard Goodbody, Inc. for the Toledo Museum of Art / Richard P. Goodbody Inc.
El amplio encuadre de sus paisajes transforma la perspectiva, dispersando los planos, como para reproducir todos los ángulos de la visión en una misma superficie. Estas “aventuras del nervio óptico” que Bonnard transcribe en el lienzo, introducen una impresión de surrealidad, en la que el tiempo parece suspendido. No nos sorprendemos de ver pronto en ellos animarse diosas, ninfas y faunos.
Las composiciones pintadas por Bonnard en el Mediodía se ornamentan de todos los matices de amarillo. Se introducen en los interiores, en los muros, los accesorios y en las cestas de fruta. Su vibración alcanza su cenit con la floración de la mimosa, detrás del cristal del taller. La efervescencia de este color solar se opone a la presencia irradiante de un azul intenso que pasa al ultravioleta.
[italiquenoir]Et in Arcadia ego[/italiquenoir]
Et in Arcadia ego
La symphonie pastorale, entre 1916 et 1920
Musée d'Orsay
Don, 2009
© Musée d’Orsay, dist. GrandPalaisRmn / Patrice Schmidt
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Desde su juventud, Bonnard se reivindica como un pintor decorador que realiza paneles de grandes formatos, diseñados como composiciones murales. Con la madurez, afluyen los encargos. En 1906-1910, pinta lienzos monumentales, para su amiga Misia, destinados a decorar los muros de su comedor. Estos paneles, sin programa impuesto, representan escenas paradisíacas que mezclan personajes contemporáneos, criaturas de la Antigüedad e imaginarias, en paisajes idealizados.
Estas decoraciones, diseñadas para armonizarse con la arquitectura de un lugar y la personalidad del comanditario, son pintadas en un estilo innovador en el que Bonnard afirma la unidad del tema, en la discontinuidad espacial, como en el tríptico El Mediterráneo, encargado por el coleccionista ruso Ivan Morozov. También imagina un conjunto formado por paneles heterogéneos y anacrónicos, para sus marchantes Josse y Gaston Bernheim.
Vue du Cannet, 1927
Collection Musée d'Orsay - Musée Bonnard, Le Cannet
Don de la Fondation Meyer, 2008
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Un tema único vincula las grandes decoraciones de Bonnard, de las que algunas de las más bellas realizaciones están presentadas en la última sala de la exposición. Muestran la imagen de una apacible y armoniosa felicidad, del hombre en el seno de la naturaleza. Los temas urbanos, como los de los paneles de George Besson (Le café Le petit Poucet, La place Clichy), no se salvan de esta visión optimista del mundo. La Arcadia monumental de Bonnard exalta una alegría de vivir filosófica, matizada a veces por angustia existencial. Et in Arcadia ego, constatan los pastores de Virgilio en un cuadro de Poussin: incluso la muerte existe en Arcadia.