¿Quién teme a las mujeres fotógrafas? 1839-1945
Mujeres fotógrafas
Self-portrait with camera (Autoportrait à la camera)
Los Angeles County Museum of Art (LACMA), Los Angeles
© Digital Image Museum Associates/LACMA/Art Resource NY/Scala, Florence
Mujeres fotógrafas
Ser una mujer fotógrafa después de la Gran Guerra, es ocupar nuevos géneros y nuevos campos. Es contribuir al surgimiento de la fotografía moderna y tomar parte en la efervescencia creativa que caracteriza los focos culturales que son París, Berlín, Budapest, Londres, Nueva York o San Francisco. Para algunas mujeres, es pasar detrás del objetivo, luego de haber sido objeto de él.Ser una mujer fotógrafa, también es tomar parte en la escena de la teoría y escritura de la historia de la fotografía. Es participar, de forma activa, en la institucionalización del campo, organizando exposiciones en los salones y las galerías, creando escuelas, dirigiendo estudios comerciales o agencias de difusión. Fotografiar, para las mujeres, es ahora una profesión de múltiples facetas y aplicaciones.
Ser mujer fotógrafa, también es constituir redes de aprendizaje y de ayuda mutua, en un contexto de gran movilidad geográfica a escala internacional y de fuerte competencia con... los hombres. Porque el compartir espacios, títulos y estatutos provoca inquietudes, tensiones y conflictos: los colegas, pero también los críticos, los historiadores y los periodistas, incluso a veces los maridos, procuran presentar estas mujeres como rivales que vienen, además, a nublar las fronteras en la división tradicional de las tareas y de los roles sexuales.
El recorrido de la exposición, que sale del estudio para abarcar el mundo, pretende mostrar cómo, procediendo de una Europa devastada, las mujeres se apropian del medio fotográfico, en estrategias de afirmación artística y profesional, y cómo conquistan territorios hasta la fecha reservados a los hombres. Este paseo por la historia de la modernidad también pretende echar una mirada moderna hacia la historia.
Desvío de los códigos. Obras de damas
Gummibaum, vers 1927
Essen, Museum Folkwang
© Museum Folkwang Essen
Desvío de los códigos. Obras de damas
¿Cómo, tras la Primera Guerra Mundial, las mujeres fotógrafas abarcan los géneros tradiciones que eran suyos en el siglo XIX, retrato, bodegón o teatro de lo íntimo? Durante mucho tiempo, especializadas por defecto en estas categorías porque requerían paciencia, empatía y contacto con los modelos, o porque se practican en el espacio cerrado del domicilio o del estudio, desvían a menudo los códigos de la representación de forma crítica o irónica.
Las vistas de flores y de plantas cargadas de sensualidad, los retratos brillantes de mujeres autónomas sugieren que, igual que los hombres, las mujeres también son seres con deseo. Las múltiples imágenes de muñecas – símbolos de la reproducción social de los roles femeninos –representadas estropeadas, rotas y deformadas, pero escasas veces erotizadas, como los numerosos clichés de hombres, a veces dúplices otras veces grotescos, dejan entrever fragmentos de las profundas transformaciones sociales y culturales que se llevan a cabo en las sociedades occidentales. En muchas de sus fotografías, el varón ha perdido su soberbia y su dominación está en entredicho.
Al experimentar, con frecuencia en pioneras, macrofotografías (Laure Albin Guillot, Aenne Biermann), solarizaciones (Lee Miller, Lotte Jacobi, Gertrud Fehr), fotogramas (Lucia Moholy), dibujos luminosos (Barbara Morgan, Carlotta Corpron), sobreimpresiones, fotomontajes y fotocollages (Olga Wlassics, Dora Maar, Marta Astfalck-Vietz), rayos infrarrojos y ultravioletas (Ellen Auerbach), o también procesos en color (Madame Yevonde, Gisèle Freund, Élisabeth Hase, Marion Post Wolcott), estas fotógrafas forjan el registro estilístico y teórico de la modernidad.
Sus trabajos contribuyen plenamente en los movimientos vanguardistas: Surrealismo, Nueva Objetividad, Straight Photography (fotografía directa) o también la Nueva Visión.
Embryo, 1934, tirage 1955-1960
Keith de Lellis Gallery, New York
© Reproduced with permission of the Ruth Bernhard Archive, Princeton University Art Museum. © Trustees Princeton University © Photo courtesy of the Keith de Lellis Gallery, New York
Blasones del cuerpo masculino y juegos prohibidos
Mientras que el siglo XIX prohibía el desnudo fotográfico a las mujeres, éstas son ahora muchas en el género, liberado de las referencias literarias, alegóricas o mitológicas. Tolerado por la censura, si no incluye vello púbico ni órgano sexual y si se parece a una estatua en monocolor, el cuerpo desnudo femenino es con frecuencia un paso ineludible, para un fotógrafo o una fotógrafa, con el fin de demostrar su dominio técnico y artístico. El cuerpo masculino, en cuanto a él, cuando sale del marco del naturismo o del contexto deportivo, es todavía un tema relativamente tabú... sobre todo cuando es el objeto del disfrute estético por parte de la mujer. Después de las americanas Imogen Cunningham o Adelaide Hanscom a comienzos del siglo, Laure Albin Guillot es una de las primeras en Europa en mostrar estudios de desnudo masculino.
Cualquiera que sea el sexo del modelo, las fronteras entre lícito e ilícito, legalidad e ilegalidad, moralidad e inmoralidad son inestables. En 1920, la danesa Mary Willumsen fue detenida porque sus clichés de bañistas con poca ropa, tenían tendencia a ser algo demasiado eróticos. La policía berlinesa confiscó por "indecencia" revelados de la austriaca Trude Fleischmann, exhibidos en una galería, que mostraban la bailarina Claire Bauroff completamente desnuda. La alemana Gisèle Freund, refugiada en París para escapar de las persecuciones nazis, fue asediada en varias ocasiones por la policía: era sospechosa (erróneamente) de realizar pornografía en su taller.
Aunque las imágenes de Florence Henri, Germaine Krull, Ergy Landau o Dora Maar se exhiban en numerosas exposiciones de arte fotográfico y se publiquen en periódicos vanguardistas, también aparecen con frecuencia en revistas más ligeras, que se centran en el encanto y el erotismo.
En la década de 1930, solo en París, una proliferación de títulos (Paris Sex Appeal, Paris Magazine, Pages Folles, Vénus Magazine, Pour lire à deux) a menudo con tiradas muy importantes, dan salida a sus producciones, ofreciéndoles de este modo ingresos regulares.
"¿A dónde vas Feminidad?"
Self Portrait, 1933
Los Angeles County Museum of Art (LACMA), Los Angeles
© Digital Image Museum Associates/LACMA/Art Resource NY/Scala, Florence
"¿A dónde vas Feminidad?"
En su reseña de la inmensa exposición organizada en el Jeu de Paume y dedicada a las "Mujeres artistas de Europa", publicada en L'Officiel de la couture et de la mode de Paris en abril de 1937, el crítico S.R. Nalys escribe respecto a las mujeres fotógrafas representadas: "El hombre brutal apunta con un objetivo como con una metralleta. La mujer, por su parte, lo maneja con ternura, tras haber acariciado con la mirada el tema que se propone fijar. Un abismo separa ambos gestos: la feminidad."
La prensa social transmite estereotipos sobre eventuales especificidades femeninas en el campo de la fotografía y valoriza obviamente un imaginario ñoño y superficial, seleccionando en prioridad los clichés sin envergadura política (paisajes, bodegones, animales) o de factura clásica. Sin embargo, muchas mujeres fotógrafas establecen, en sus imágenes, una distancia crítica, respecto a su condición, revelando sus contradicciones. Expresan sin rodeos la violencia de las relaciones entre los sexos y el yugo de la pareja. Algunas, que como Claude Cahun, Germaine Krull, Hannah Höch o Lisette Model, interrogan las normas sociales, también exploran el campo de los posibles, en términos de orientación sexual.
Me + Cat, 1932
Florence, Alinari museum
© Archives Alinari, Florence, Dist. RMN-Grand Palais / Wanda Wulz
Autorretratos y mascaradas
Exploraciones de un género, exploraciones del género. Desde la invención de la fotografía, se ha intentado representarse a sí mismo, gracias al espejo, el disparador remoto con hilo y posteriormente con el retardador.
No obstante, los autorretratos de mujeres son escasos, en el siglo XIX. Fue solo a partir de la década de 1920 que desnudar su propio cuerpo, los juegos de máscaras o confundir las identidades, se convierte en temas de predilección. Suponen, en efecto, haber logrado la autonomía económica y disponer de una habitación propia, como lo reivindica la escritora inglesa Virginia Woolf en un ensayo, en 1929: un lugar de libertad y de intimidad en el espacio privado o en el estudio profesional.
La mascarada y la auto puesta en escena, son muy apreciadas por las mujeres. El espejo y el objetivo no son solo curiosidades ópticas, como para los hombres: son medios de introspección, interrogación identitaria y sexual, de distanciamiento con las atribuciones sociales, en cuanto a los roles tradicionales de hija, esposa y madre.
El extraordinario desarrollo del autorretrato femenino acompaña la emergencia de la nueva mujer, encarnada por esta nueva generación que se corta el pelo cuadrado, viste con pantalones y vestidos cortos, "à la garçonne", posa de forma atrevida con una mano en la cadera o un cigarrillo entre los dedos. No sin ambivalencia, incertidumbre e inquietud, las fotógrafas se inventan a través de la (de)construcción de su imagen. La elección de nombres de artistas o seudónimos, contribuye a esta emancipación: Dorothea Lange y Margaret Bourke-White utilizan el apellido de su madre; Rogi André, Lotte Errell o Laure Albin Guillot adoptan como patronímico el nombre de su marido; Gerda Taro sueña con ella misma en el doble de la turbadora Greta Garbo y Marie-Claude Vogel en enigmática Marivo. Al cambiar de nombre, Claude Cahun opta por la neutralidad del género y Lee Miller por el masculino.
Soy fotógrafa
Das Atelier in der Kugel gespiegelt (Selbstportrait im Atelier, Bauhaus Dessau), 1928-1929, tirage en 1990
Berlin, Bahaus Archiv
© Bauhaus-Archiv Berlin
Soy fotógrafa
El autorretrato en fotografía es una forma de tarjeta de visita que comunica un estatuto profesional. También es una declaración de intención técnica y estética. Sin embargo, no es el mero equivalente del autorretrato masculino: en una postura de dominio y haciendo del aparato la prolongación de la visión, las mujeres pasan a ser sujetos que miran, transgrediendo siglos de iconografía estereotipada.
Concebidos para ser difundidos, o destinados al ámbito privado, estos autorretratos contribuyen a su visibilidad social y simbólica. Algunas profesionales acceden al ámbito público y al reconocimiento también mediante la publicación. El periodo de entreguerras es un momento de intensa reflexión ontológica sobre el medio. Más allá de las correspondencias y de los diarios íntimos, algunas se amparan de formas de escritura hasta entonces acaparadas por los hombres, las del manifiesto, del manual y de la historia. Este es el caso de Dorothy Norman o Lee Miller, cuyos textos son el resultado de una proximidad intelectual y afectiva con maestros reconocidos (Alfred Stieglitz, Man Ray), de los que se establecen como biógrafas. Otras, como Madame Yevonde, Margaret Bourke-White o Gertrud Fehr, entregan el relato de su encuentro con el medio por el que tendrán el reconocimiento público y la independencia.
El manifiesto, forma de escritura en acto, proclamación para anunciar un programa, también ha sido movilizado por Dorothea Lange, Germaine Krull o Tina Modotti. Laure Albin Guillot y Berenice Abbott, por su parte, han publicado manuales de experiencias y de consejos, destinados a estudiantes y aprendices fotógrafos. Por fin, Gisèle Freund y Lucia Moholy, altamente marcadas por el modelo de las ciencias sociales, han renovado la historia de la fotografía.
Woman With Flag, 1928
New York, Museum of Modern Art (MoMA)
Courtesy of Isabel Carrbajal Bolandi
© 2014, Digital image, The Museum of Modern Art, New York / Scala, Florence
A la conquista de los territorios de la imagen. Bastiones masculinos
La primera mitad del siglo XX observa la conquista en masa por las mujeres de los territorios de lo universal (masculino): abarcan ahora registros antaño tabús, como el desnudo y, de forma más general, el erotismo y la representación de los cuerpos sexuados, y entran en rivalidad con los hombres en los mercados emergentes de la imagen: moda y publicidad, reportaje y periodismo. Dotadas de su cámara, se adentran en el mundo político, van al teatro de la guerra, se aventuran solas por parajes exóticos: su estatuto de fotógrafo les permite ocupar espacios hasta entonces poco frecuentados por las mujeres, incluso prohibidos para ellas.
Gracias al desarrollo de la prensa ilustrada, facilitada por los procesos fotomecánicos, la moda y la publicidad les ofrecen salidas profesionales y los recursos económicos para su autonomía. Centenares de publicaciones en imágenes, periódicos de información o revistas especializadas, reciben sus experiencias gráficas, en un ámbito en el que todo está por inventar. Las revistas femeninas se dirigen a unas lectoras modernas y presentan imágenes de mujeres emancipadas, a veces diseñadas por otras mujeres, cuya independencia se pone a menudo en escena.
Algunas de estas fotógrafas también se amparan voluntariamente de los símbolos de la modernidad, que se perciben tradicionalmente como aquellos de la virilidad: la máquina, el automóvil o la arquitectura industrial. Se enfrentan así a algunos "objetos pretexto", de los que se elogia la belleza en los círculos vanguardistas, como la torre Eiffel o el puente transbordador de Marsella, y demuestran su habilidad técnica y su talento estético.
Nuevos horizontes y viajes interiores
Descente du col de Djengart à la frontière de la Chine. Kirghisie
Lausanne, Musée de l'Elysée
© Musée de l'Elysée, Lausanne /Fonds Ella Maillart
Nuevos horizontes y viajes interiores
La exploradora americana Harriet Chalmers Adams, aunque prolija contribuidora de la revista National Geographic, no puede acceder al muy masculino club de la National Geographic Society. Con el apoyo de cómplices, funda en Washington, en 1924, la Society of Women Geographers.
Porque son mujeres, a las viajeras fotógrafas se les niega con frecuencia su participación en expediciones deportivas o en misiones científicas: la campeona de esquí y de vela Ella Maillart no fue autorizada para integrar la Croisière jaune (El Crucero Amarillo), un raid automóvil de Beirut a Pekín, organizado por André Citroën, de abril de 1931, a febrero de 1932; en 1934, el comandante Charcot no quiere en su estación del Scores by Sund, en Groenlandia, a la oceanógrafa Odette du Puigaudeau.
Con la experiencia de las primeras exploradoras del siglo XIX, inspirada por la literatura novelesca de viaje, muy popular a comienzos del siglo XX, pero también sensible al enfoque etnológico que se está elaborando, una generación de mujeres cultas se enfrenta con el exotismo de lo lejano. Periodistas, escritoras, investigadoras, utilizan la fotografía y la película como instrumentos de apuntes, como herramienta de análisis de las sociedades halladas, pero también como medio de emancipación y de descubrimiento de sí mismo.
El alejamiento es propicio para una mayor autonomía: representa una oportunidad de libertad, permite relaciones sociales diferentes, ofrece la esperanza de abolir su estatuto de mujer, tal y como lo viven en Europa o en Estados Unidos.
Maquisards des Forces Françaises de l'Intérieur (FFI) près de Venelles à Sainte-Victoire, 1944
Paris, Musée de l'Armée
© DR- Musée de l'Armée, Dist. RMN-Grand Palais / Marie Bour
En el frente
La década de 1930 observa el nacimiento de la figura del fotoreportero: un fotógrafo que trata un tema en imágenes y con texto, que a veces escribe él mismo, destinado a la prensa. Las mujeres integran en gran número este mercado emergente, según diversos estatutos: en free-lance, negociando ellas mismas sus fotos o pasando por una agencia de difusión; colaboradoras regulares de una revista, como Germaine Krul con Vu o Lee Miller con Vogue ; miembros permanentes del equipo de redacción, como Margaret Bourke-White y Hansel Mieth para Life.
Aunque la comercialización de cámaras de pequeños formatos muy manejables, como la Ermanox (1924), Rolleiflex (1929) o Leica (1930) haya podido fomentar el desarrollo del fotoperiodismo, es también y sobre todo el deseo de verlo todo, de ir a cualquier parte y de hablar de todo, lo que empujó a las mujeres a salir de su estudio y adentrarse en tantos espacios públicos como el político, hasta entonces monopolizados por los hombres. Así mismo, la americana Toni Frissell decide dejar las páginas interiores de las revistas para las que trabaja, dedicadas a la moda, con el fin de demostrarse que puede hacer un buen reportaje que esté en portada. A partir de 1941, ofrece sus servicios de fotógrafa a la Cruz Roja, al Octavo Ejército del Air Force y al Women's Army Corps.
Son de hecho decenas en cada país en obtener una acreditación y pedidos para cubrir la Segunda Guerra Mundial: los conflictos armados son el último bastión masculino por conquistar. Para muchas de ellas, la cámara se convierte en un arma: se revela como un medio de resistencia, de defensa de valores comunes y de lucha por la libertad.
Mujeres fotógrafas, mujeres cineastas
Mujeres fotógrafas, mujeres cineastas
De forma paralela a la fotografía, algunas mujeres exploran otras formas de creación y de expresión: la pintura (Dora Maar, Marta Hoeppfner), la escritura (Claude Cahun, Eudora Welty), el diseño (Marianne Brandt), la música (Florence Henri), etc. Practican también el cine que, como la fotografía, es una herramienta de grabación y un caldo de cultivo para la narración, aumentado del sonido y de la animación.En la década de 1920-1930, la aparición de formatos sub-estándares de cinta y el desarrollo de cámaras portátiles, fomentan la experimentación técnica y estética (Germaine Dulac, Germaine Krull, Maya Deren), igual que la movilidad geográfica y cultural (Thérèse Rivière, Margaret Mead, Ella Maillart, Ria Hackin). La débil estructuración del campo – el cine nació en la década de 1890 – y la ausencia de estructuras de aprendizaje obligatorias, facilitan la práctica de este medio por aficionados y aficionadas.
Destinada a ser proyectada, cualquier película se dirige potencialmente a un auditorio. Mientras el mundo occidental se agita debido a tensiones e inquietudes, las mujeres se comprometen en el debate público. Con su cámara, se esfuerzan por cambiar la sociedad: unas al servicio del totalitarismo nazi (Leni Riefenstahl) o soviético (Margaret Bourke-White), otras acompañando el proyecto sionista (Ellen Auerbach), otras también promocionando ideales de paz entre los pueblos (Madeline Brandeis) o solidaridad con los más necesitados (Ella Bergmann-Michel). La utilización del cine firma sin duda la entrada de las mujeres en la esfera política.