La arquitectura se expone
Cuando fue decidida la creación, en la estación de Orsay, de un museo dedicado a las diversas expresiones artísticas surgidas entre 1848 y 1914, la arquitectura halló muy naturalmente su espacio en él, como si siempre hubiera sido objeto de museo y que su presentación no levantara ninguna dificultad, cuando estaba, y sigue estando, muy poco presente en los museos existentes.
La originalidad del museo procede sobre todo de la integración de una sección arquitectónica, en un recorrido que presenta otras formas artísticas, cuya lectura es muy diferente. Por lo que se ha intentado hacer es buscar los paralelismos, las correspondencias, las interacciones, elaborando un programa que tiene en cuenta todas las diversidades, pero también todas las cercanías de un periodo excepcional.
El propio museo, emanación de la estética y de las técnicas del siglo XIX, es adecuado para evocar las obras que requieren, tanto las condiciones de la vida moderna, como la diversidad de los materiales utilizados y la aportación de la industria, en la elaboración de nuevos programas.
La arquitectura dispone aquí de espacios permanentes. Resultaba imposible ilustrar las grandes transformaciones, llevadas a cabo por Napoleón III y el prefecto Haussmann, que proporcionaron a París su rostro de capital moderna. Por este motivo, hemos elegido privilegiar uno de los edificios emblemáticos del Segundo Imperio, finalizado por la Tercera República: la Nueva Ópera de París, construida por Charles Garnier entre 1863 y 1875. Toda una generación de artistas, pintores, escultores, decoradores y ornamentistas trabajaron en ella, y este modelo influenció de forma duradera la arquitectura occidental.
Situada en el fondo del gran pasillo central del museo y escenificada por Richard Peduzzi, la sala de la ópera intenta mostrar todos los aspectos del monumento, urbanismo, arquitectura y decoración, mediante un corte longitudinal en yeso policromo, que presenta el edificio tal y como era en su inauguración el 5 de enero de 1875, así como una maqueta al 100° del barrio de la Ópera, captado con fecha de 1914.
Numerosas obras conservadas en el museo permiten evocarlo: bocetos de Carpeaux para la Danza, así como el grupo original en piedra, maquetas de esculturas y elementos decorativos depositadas por el estudio de arquitectura de la Ópera, boceto del techo de la sala por J.E. Lenepveu, maqueta del escenario, realizada para la Exposición Universal de 1900.
La colección de dibujos y de arte decorativo
La diversidad de las técnicas, materiales y edificios, el vínculo con las artes de la decoración, se encuentran en la colección de dibujos de arquitectura. Compuesta por cerca de dieciocho mil piezas, se ha formado alrededor de las prestigiosas adquisiciones del Gabinete de dibujos del museo del Louvre (en la actualidad el Departamento de Artes Gráficas), que las trasladó al Museo de Orsay. Se trataba de cerca de setenta dibujos de algunos de los principales protagonistas del siglo XIX, como Victor Baltard, Félix Duban, Charles Garnier, Henri Labrouste, Jean-Baptiste Lassus, Hector Lefuel, Léon Vaudoyer, Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc.
Son láminas muy bonitas, a veces pintorescas, que no siempre reflejan la actividad de estos artistas. Porque el Louvre no parecía ser el lugar más adecuado para recibir una colección de arquitectura, y solo algunas escasas familias de arquitectos le legaron uno o dos dibujos, y con frecuencia más «paisajistas» que constructivos, sin duda para ser acordes con el espíritu del lugar.
Sin embargo, en la década de 1890, surge la idea de formar una «galería de dibujos de arquitectura», preparada por la conservación de pinturas y dibujos. Algunas donaciones alimentaron el propósito (donación de Doña Lambert Lassus, donación Henri Lefuel, donación Ginain, donación Arnould-Baltard); una orden ministerial atribuye al Louvre «doce dibujos de Viollet-le-Duc que formaban parte de la colección del museo de escultura comparada en el Trocadero», y otras procedentes del ministerio de Obras Públicas. Esta galería permanente nunca se llevó a cabo, y la donación de maquetas o de planos en relieve, como aquella de la catedral de Marsella, ofrecida por Alfred Vaudoyer en memoria de su padre Léon, ¡fue rechazada de forma espantosa!
Desde su creación, el Museo de Orsay ha seguido esta política de muy bellas adquisiciones aisladas, pero ha querido poder recibir fondos completos, que incluyan croquis, bocetos, pruebas, apuntes, correspondencia, a veces maquetas, que conducen al proyecto realizado, permitiendo seguir su evolución. Sufrió el largo purgatorio en el que apartó la arquitectura en el siglo XIX: numerosos descendientes de estos artistas despreciados donaron generosamente conjuntos enteros o ya seleccionados, o a veces un último dibujo...
Se trata de los fondos Eiffel, ofrecido en 1981 por la familia Granet, Victor Ruprich-Robert donado por sus descendientes en 1981,Varcollier, donación de Melles Laure y Marguerite Varcollier en 1980, Maurice Boille ofrecido en 1982 por sus hijos Jacques y Pierre, el fondo de la firma Monduit, donación de la Sra. G. Pasquier-Monduit en 1983, que ilustran la voluntad de una firma creadora y editora de fundiciones artísticas de disponer de la colaboración de arquitectos y escultores eminentes, de combinar el arte y la industria y del fondo Marcel Guilleminault, director del taller parisino de Van de Velde, ofrecido por Doña Simone Guilleminault en 1982.
Uno de los florones de la colección, el fondo Eiffel, ilustra efectivamente la diversidad del material relacionado con la arquitectura y la construcción de puentes. Incluye pinturas, esculturas, fotografías, dibujos, grabados, manuscritos, libros, objetos, películas, cilindros, que solo una institución como el Museo de Orsay puede recibir y conservar en su integridad.
Una política de compras más puntual ha logrado obtener algunos notables dibujos de artistas franceses o extranjeros: Palacio de la Industria de Berthelin (1979), Nueva Ópera de Crépinet (1983), Monumento a la gloria de la Revolución Francesa de Lheureux (1981), proyecto de Niedecken, arquitecto que trabajaba con Franck Llyod Wright, para la casa Irving (1985), así como expedientes completos de un relevante interés como el de Gosset para la Basílica de Santa Clotilde de Reims y el Teatro de Reims (1985) o los proyectos de Alfred Vaudoyer para la rue des Nations de la Exposición Universal de 1878 (1986).
Los programas arquitectónicos
Gracias a las donaciones y a las compras, las colecciones de arquitectura del museo han ido ampliándose constantemente, desde la apertura del establecimiento en 1986, lo que permite evocar la diversidad de la carrera de los arquitectos del siglo XIX. Planos y restituciones de monumentos antiguos, a veces relacionados con obras de residentes de la Villa Médicis, también son testimonios inestimables de las grandes excavaciones arqueológicas llevadas a cabo por los arquitectos de los Monumentos Históricos.
Albert Ballu se ilustra en Argelia, en Tebessa y Timgad y sus grandes y espléndidas acuarelas entraron en el museo en 1991 y 1992.
El estudio de los edificios medievales y del Renacimiento, revalorizados por importantes restauraciones, es una de las fuentes del eclecticismo propio al periodo.
Concursos, encargos públicos y privados se multiplican, para responder a las transformaciones de las ciudades y de la vida. Los numerosos proyectos de teatros y óperas (La Gaîté por Alphonse Cusin, maqueta del teatro de la puerta Saint-Martin, proyectos de Alphonse-Nicolas Crépinet para la Nueva Ópera, de Ernest Lheureux y de Henri Schmit para la Ópera cómica), estaciones, mercados (Mercado para el ganado de Garnier), iglesias (dibujos de Lassus, Léon Ginain, Alphonse Gosset...), lugares del conocimiento (escuelas y facultades; Reconstrucción de la Sorbona por Alphonse Defrasse), monumentos conmemorativos (fondo Jean Camille Formigé, Henri Nénot), bibliotecas, grandes almacenes, fábricas, permiten evocar la fiebre arquitectónica que se amparó de la época.
La burguesía encarga casas y castillos en los que se ilustran arquitectos como Hector Lefuel (Castillo de Neudeck en Silesia), Stephen Sauvestre (Villa «Tourne-Bride» en Lamorlaye), Guillaume Tronchet (Dominio de la Chapelle-en-Serval).
Verdaderos laboratorios arquitectónicos, las exposiciones universales acompasan la vida de las grandes naciones a partir de 1851, cuando se inaugura en Londres el primero de estos actos, que se celebran en Francia casi cada once años, a partir de 1855. Para los arquitectos es una oportunidad de demostrar su dominio técnico y decorativo. ¡Todo está permitido!
A los dibujos de Max Berthelin para el Palacio de la Industria de 1855, al fondo Eiffel, se han añadido las admirables ilustraciones de Jean Camille Formigé, entradas en 1991 y 1992, dedicadas en mayor parte a los palacios de Bellas Artes y de las Artes Liberales, erigidos en el Campo de Marte en 1889 y a sus proyectos para la Exposición de 1900. También encontramos dibujos relativos a su trabajo en el Ayuntamiento de París, y a su interés por la arquitectura funeraria; en efecto, fue él quien edificó el Columbario del cementerio del Père-Lachaise, primer crematorio francés.
Grandes conjuntos permiten evocar, de forma más global, la actividad y la carrera de una personalidad. Este es el caso, en particular, del fondo Juste Lisch, alumno de Labrouste y de Viollet-le-Duc. Podemos destacar sus álbumes de fotografías dedicadas a la estación de Saint-Lazare y su ingenioso uso del hierro y del ladrillo policromo, en particular en la estación del Campo de Marte, edificada para la Exposición Universal de 1878.
Con Charles Le Coeur se estableció un vínculo privilegiado entre el racionalismo y el Art Nouveau. Gracias al conjunto donado en 1995 por D. Claude Le Coeur, conocemos mejor la actividad de su abuelo, uno de los primeros coleccionistas y mecenas de Renoir, especialista en arquitectura escolar (liceo Louis-le-Grand en París). Sus obras más famosas son tal vez los dos grandes centros termales que erigió en Bourbon-L'Archambault y Vichy, donde también construyó el teatro y el casino.
Adquiridos en 2002, los dibujos de Raoul Brandon, alumno de Victor Laloux, son unos de los más bellos dibujos de arquitectura de comienzos del siglo XX y muestran la actividad internacional de un arquitecto que construyó tanto en Egipto, como en Argelia o París (1 y 2 rue Huysmans, 1913-1919).
En la mayoría de los casos, los arquitectos diseñan no solo el plano del edificio, sino también toda su decoración interior. Las realizaciones de Charles Lameire, a medio camino entre arquitectura y pintura, permiten evocar el desconocido mundo de la decoración monumental, del palacio del Trocadéro a la basílica de Fourvière, gracias a la donación de D. Gilles Lameire, nieto del artista, en 1987, de unas quinientas piezas.
También es gracias a la generosidad de Doña Geneviève Barrez que se encuentra bien representada la actividad de dibujante y decorador de su abuelo, François-Antoine Zoegger. Trabajó con Viollet-le-Duc en Pierrefonds, en la Santa Capilla y en la catedral de Clermont-Ferrand, antes de instalar un taller en Viena, donde le contrató Nathaniel de Rothschild que le encarga la decoración y el mobiliario de su palacio.
A veces, en reacción contra el universo materialista y el marco administrativo de las realizaciones arquitectónicas, algunos artistas desarrollan proyectos imaginarios, esotéricos, llenos de misterio, de exaltación o de terror...
Este es el caso de las fantásticas composiciones de Gaston Redon, hermano del pintor Odilon Redon, Gran Premio de Roma en 1883, que se convierte en arquitecto del Louvre y de las Tullerías. Raya el papel blanco con grandes pinceladas, haciendo aparecer paisajes rocosos, escarpados, caminos tortuosos que suben para alcanzar inaccesibles montañas, cráneos monumentales, inmensos templos que surgen de la niebla, esferas y estrellas que brillan en el más oscuro firmamento, árboles desnudos y torcidos (Paisaje fantástico en las nubes)...
François Garas intenta traducir ideas, sensaciones o ritmos musicales en arquitectura. Este curioso y misterioso arquitecto presenta en el Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, entre 1894 y 1914, proyectos utópicos, Interiores de artistas, Templos para las futuras religiones, dedicados a Beethoven, Wagner, la Vida, la Muerte, el Pensamiento.
Dedicando un verdadero culto a la Belleza, al Arte, al Absoluto, se mantiene voluntariamente alejado de la práctica arquitectónica y se pierde en el infinito de sus creaciones, retirándose definitivamente en 1914. El museo ha tenido la oportunidad de comprar un conjunto de ciento treinta y dos dibujos, pasteles, una pintura, grabados y objetos documentales, que también incluyen sorprendentes proyectos de palacios industriales, entre ellos uno dedicado a los primeros aviones.
El modernismo, o Art Nouveau en Francia
El último tercio del siglo ve aparecer un movimiento que intenta romper con «la enfermedad del pasado», portador de emancipación e inédito, el modernismo o Art Nouveau en Francia, cuyas principales realizaciones se escalonarán entre 1895 y 1905 aproximadamente.
Francia es el centro de creaciones brillantes y originales, a partir de la década de 1890, con Emile Gallé y Hector Guimard. Ambos artistas están magníficamente presentes gracias a dos donaciones excepcionales. En mayo de 1986, el nieto de Emile Gallé, D. Jean Bourgogne y su esposa donaron al museo el conjunto de dibujos, fotografías y manuscritos que quedaban en su posesión: más de mil quinientos documentos, inéditos en la mayoría de los casos.
Posteriormente, en 1995, llegaron más de dos mil documentos procedentes del estudio de Hector Guimard, descubiertos en 1968 en un cobertizo de jardín del dominio de Saint-Cloud por dos estudiantes en arquitectura de la Escuela de Bellas Artes, Alain Blondel e Yves Plantin, apasionados por el trabajo del arquitecto, cuyas obras ya habían sido ampliamente destruidas.
Planos, alzados, pruebas, dibujos, calcos, bocetos y dibujos técnicos de ejecución, ilustran el conjunto de las actividades del artista en los ámbitos de la arquitectura, del mobiliario y de todos los elementos de decoración de interior, lo que permite seguir todo el proceso creativo de la obras relevantes como el Castel Béranger, el Castel Henriette, la sala Humbert de Romans, el metropolitano, el palacete Nozal.
En 1997, el museo tuvo la escasa oportunidad de poder adquirir un conjunto excepcional de dibujos que ilustran la carrera de tres arquitectos vieneses émulos de Otto Wagner, uno de los fundadores de la Secesión. Las cuarenta y dos láminas de la autoría de Otto Schönthal, Emil Hoppe y Marcel Kammerer, incluyen a la vez proyectos de escuela realizados en el estudio de Wagner, sus participaciones a concursos, así como expedientes completos sobre edificios construidos y de primer plano como la villa Vojcsik y el gran hotel Wiesler de Graz.
Este amplio conjunto aporta un impresionante contrapunto arquitectónico al mobiliario de Otto Wagner, Josef Hoffmann, Adolf Loos y a las creaciones de los Wiener Werkstätte, estableciendo la importancia definitiva de las colecciones vienesas del museo.
Pero la aventura continúa, y cada año se amplían las colecciones del museo. Así mismo, entre las últimas adquisiciones, podemos mencionar el alzado del Palacio de la Electricidad de la Exposición Universal de 1900 por Hénard y Paulin, o los dos dibujos de Duban: Composición de antigüedades (tumba etrusca), y Fantasía arquitectónica de estilo pompeyano.
Hay que intentar completar constantemente las colecciones, para poder mostrar el alcance y la diversidad de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XIX.