Un arte asociado al poder
Durante siglos, el único cometido de la medalla era de servir la gloria del soberano, de los poderosos y de las instituciones relacionadas con el poder. Todavía bajo el Segundo Imperio, se crearon nuevos modelos destinados principalmente a conmemorar los mayores acontecimientos del reino (llegada al poder, boda, nacimiento, tratado, visita oficial…) y de la vida de las instituciones (administraciones, academias, organizaciones profesionales…), o también para recompensas otorgadas con motivo de exposiciones y concursos.
La formación de los grabadores se realiza esencialmente en la Escuela de Bellas Artes, que concede desde 1804 un Premio de Roma en grabado de medallas y piedras finas, distinto del premio de escultura. Hasta 1893, la acuñación es el objeto de un monopolio que posee la Monnaie des Médailles (Casa de las medallas), una institución vinculada durante mucho tiempo con la Casa del Rey, antes de ser reunida en 1832 con la Monnaie des Espèces (Casa de la moneda para el metálico) y de pasar bajo el control del ministerio del Interior. En este contexto, no se fomenta la innovación por parte de los artistas, que tienden a reproducir composiciones admitidas.
Fue solo a partir de la década de 1860 que las cosas empiezan a cambiar, con una flexibilización progresiva de la formación de los grabadores y un comienzo de diversificación de su actividad. La medalla que conmemora el jubileo del secretario perpetuo de la Academia de las Inscripciones y Bellas Letras, Joseph Naudet, por Hubert Ponscarme, marca en 1867 un cambio que resulta difícil medir en la actualidad, por lo tímido que parece: la crítica, y posteriormente los historiados en medallas, observan el atrevimiento que consiste en suprimir el listel (borde en relieve), pero también la suavidad del modelado, la novedad de los caracteres tipográficos, etc.
Reconocimiento oficial de la medalla artística
El pintor Léon Bonnat observa el camino recorrido, en 1888, en un discurso pronunciado con motivo de la recepción del gran medallista Oscar Roty en la Academia de Bellas Artes: «Asistimos desde hace veinte años a un renacimiento, una resurrección bien hecha para alegrar los corazones de artistas. Junto a nuestra admirable escuela de escultura, apoyándose en ella, ha surgido un arte casi nuevo para nosotros, un arte que, por así decirlo, nació ayer, se ha integrado inmediatamente y se encuentra hoy en pleno florecimiento y desarrollo. Este arte, es el grabado en medalla». De hecho, Roty, uno de los numerosos alumnos de Ponscarme, desempeñó un papel de primer orden en esta renovación, en particular debido a la ambición de sus composiciones y al nuevo interés por las plaquetas rectangulares.
Al año siguiente, se incluye una primera retrospectiva de la creación francesa en materia de medallas en la exposición centenaria del arte francés organizada en el marco de la Exposición Universal de 1889. El éxito con el público y la crítica, de este acto, sienta definitivamente el reconocimiento internacional de los medallistas franceses. Los dos más famosos, Oscar Roty y Jules-Clément Chaplain, proponen entonces donar al Estado los conjuntos de medallas que han presentado durante la Exposición.
Constitución y desarrollo de la colección del museo del Luxemburgo
Este acontecimiento provoca la creación, en 1890, de una sección del arte de la medalla en el seno del museo del Luxemburgo. El conservador, Léonce Bénédite, se va a dedicar a desarrollar esta colección en los años siguientes, con el apoyo de personalidades influyentes, como el crítico de arte Roger Marx. Aunque los créditos puestos a su disposición no le permiten realizar muchas compras, logra sin embargo suscitar donaciones por parte de la mayoría de los principales medallistas de la época, como Louis Bottée, Daniel-Dupuis, Alphée Dubois, Louis-Eugène Mouchon, Auguste Patey, entre otros.
Interesado por completar series, o procurarse al menor coste algunos modelos, Bénédite no duda en pedir a la Monnaie de París (la Casa de la Moneda de París) que acuñe un ejemplar específico para su museo, o que le procure ejemplares realizados por galvanoplastia.
Por fin, como para las demás técnicas, se preocupa por abrir la colección a los artistas extranjeros, por lo que solicita medallistas belgas (Godefroid Devreese), austriacos (Heinrich Kautsch), italianos (Trentacoste) o americanos (MacMonnies, Saint-Gaudens). Cabe destacar, sin embargo, que estos con frecuencia tienen algún vínculo con Francia, por su formación o su actividad.
Evoluciones técnicas y estéticas
La colección aporta un testimonio de dos grandes evoluciones técnicas que han acompañado el desarrollo de la producción, ofreciendo a los artistas nuevas posibilidades de expresión: la renovación de la medalla fundida, y el uso del torno de reducción.
Con el desarrollo del uso de la prensa con balancín en el siglo XVII, la acuñación se convirtió paulatinamente en la principal forma de producción de las medallas. Sin embargo, a mitades del siglo XIX, numerosos artistas y aficionados se apasionaron por los medallones y las plaquetas de los grandes maestros del Renacimiento (Pisanello, Matteo de’Pasti…). Realizadas por colada del metal en un molde hecho a partir de un modelo, estas obras antiguas inspiran una nueva producción, destinada a un público de aficionados. El número de ejemplares es limitado, pero las medallas fundidas pueden ser de mayores dimensiones, y más libres en sus formas, hasta aparentarse a pequeños bajorrelieves decorativos para colgar en un muro.
Devenir de la colección en el siglo XX.
Como en 1889, la Exposición Universal de 1900 brinda la oportunidad de un nuevo éxito para la medalla francesa, y el museo del Luxemburgo continúa sus adquisiciones. Este afán sufrió, sin embargo, un punto de inflexión en la década de 1910, y la Primera Guerra Mundial no hizo más que acentuar el descenso de la demanda y de la producción. Aunque en las décadas de 1920 y de 1930 se observase una nueva fase de proliferación de la medalla, gracias a la corriente Art Deco, la Segunda Guerra Mundial es fatal para esta: la edad de oro de la medalla ha efectivamente acabado.
En 1937, el cierre del museo del Luxemburgo provoca el traslado de sus colecciones, y las medallas se reparten entre el departamento de esculturas del museo del Louvre y el nuevo Museo Nacional de Arte Moderno – pero ninguna de ambas instituciones dispone de espacio, ni tiene verdaderamente interés, para presentarlas al público. La creación del museo de Orsay, en 1986, permite reunir la mayor parte de la antigua sección de arte de la medalla. Se presenta al público una importante selección de estas obras de forma permanente desde la exposición «En la palma de la mano», organizada en 2012 en colaboración con varias instituciones más.
El museo de Orsay adquiere periódicamente medallas para completar sus colecciones. Una de las adquisiciones más significativas es la del estudio de Oscar Roty para su famosa Semeuse [Sembradora], diseñada en 1887 como proyecto de medalla para el ministerio de Agricultura, y que el artista vuelve a utilizar diez años después para decorar la cara de las nuevas monedas acuñadas por la Monnaie (Casa de la Moneda).
Más recientemente, el museo ha podido adquirir varios medallones de Jean-Baptiste Carpeaux (en 2000), un conjunto de medallas de recompensas ganadas por la empresa Monduit en numerosas exposiciones a lo largo de su existencia (en 2003), o también lotes procedentes de fondos de talleres de los medallistas Alexis André (en 2017) y Charles Pillet (en 2018).