Femmes au jardin
En 1866 Claude Monet empieza a pintar a partir del motivo, en el jardín de la finca que alquila en las afueras de París, un cuadro de gran formato. El reto es doble: El de trabajar al aire libre, que requiere cavar una trinchera en el suelo para colocar el lienzo, con una polea, con el fin de trabajar la parte superior, todo y preservando el mismo punto de vista; el de emprender un gran formato habitualmente reservado a las composiciones históricas.
La ambición del joven Monet es diferente: ¿Cómo lograr integrar personajes en un paisaje, dando la impresión que el aire y la luz circulan?
El pintor encuentra una respuesta pintando las sombras y las luces de colores, los focos de sol filtrados a través del follaje, los reflejos claros en halos en la penumbra. Emile Zola escribe en su informe del Salón: "El sol caía a pique encima de las faldas de una deslumbrante blancura; la tibia sombra de un árbol recortaba sobre los caminos, sobre los soleados vestidos, un gran mantel gris. Nada más extraño como efecto. Ha de gustarle mucho a uno su época para atreverse a semejante proeza, de los tejidos recortados en dos por la sombra y el sol".
Los rostros, imprecisos, no se pueden asimilar con retratos. Camille, la compañera del pintor, ha posado para las tres figuras en la izquierda. Monet comunica con suavidad la blancura de los vestidos: las coloca sólidamente en la estructura de la composición, declinada de los verdes a los castaños, que proporciona el árbol central y el camino.
Acabado en taller, el cuadro fue rechazado por el jurado del Salón de 1867 que, además de la falta de tema o de narración, deplora la pincelada aparente que juzga como una marca de desenvoltura y de inacabado. Uno de los miembros declara: "Demasiados jóvenes tan sólo piensan en perseguir en esta abominable dirección. ¡Ya es hora de protegerles y de salvar el arte!"