Florence

Lucien Lévy-Dhurmer
Florence
vers 1898
pastel
H. 53,0 ; L. 45,0 cm.
Dation, 2006
Droits réservés © Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
Lucien Lévy-Dhurmer (1865 - 1953)
Artwork not currently exhibited in the museum
Esta grácil figura femenina es de toda evidencia una personificación de la ciudad de Florencia. En una mano sujeta una azucena roja, emblema de la ciudad italiana, y en la otra las armas de los Médicis. Además, Lévy-Dhurmer ha añadido en trasfondo una vista de la ciudad: reconocemos, en la izquierda, el perfil característico del palacio de la Señoría, y, en la derecha, el del Duomo y del Campanile.
En los últimos años del siglo XIX, Florencia se convierte en un destino ineludible para los peregrinos en búsqueda de sensaciones artísticas. Este afán ha de ser comparado con la tradición del "Grand tour" (Gran vuelta), este largo viaje realizado en el siglo XVII y sobre todo en el XVIII por los jóvenes procedentes de las capas más altas de la sociedad europea. Tampoco es ajeno a la moda de los primitivos italianos y de los prerrafaelitas ingleses. Evocando Florencia bajo los rasgos de una joven, cuya sonrisa no deja de recordar a la Gioconda con una nota más lánguida, Lévy-Dhurmer se apunta por completo en el clima del esteticismo fin de siglo, muy acorde con su sabio y refinado arte.
Pero, tras todas estas referencias, también se trata de un retrato: sin duda el de Thérèse Vitali (1866-1940), convertida, en 1888, en condesa de Raymond de Beauchamp. Haciendo de esta mujer una encarnación de Florencia, Lévy-Dhurmer evoca obviamente sus orígenes y, tal vez, su apego por la finca recientemente adquirida por su padre, la villa Fiorentina en Cannes.
La corona de laurel conlleva un doble símbolo. En primer lugar el de la eternidad y el duelo: en mayo de 1897, Thérèse se había salvado, por los pelos, del espantoso incendio del Bazar de la Charité en el que fallecieron varios miembros de su familia. Los cipreses, en segundo plano, recuerdan esta presencia amenazadora de la muerte. También atributo de Apolo, la corona de laureles permite en mismo tiempo evocar el apoyo a las artes. Como los Médicis, Thérèse de Beauchamp tiene un afán constructor: se destacará a lo largo de toda su vida por la financiación de numerosas construcciones. Lévy-Dhurmer se entrega aquí pues a un verdadero retrato alegórico que trasciende la representación de los rasgos del modelo.
Novedades de la colección