Hector Berlioz
Fue gracias a la mediación de Francis Wey, gran amigo del músico, que Berlioz acude para posar en 1850 al taller de Courbet. Éste último se alegra sin duda de semejante oportunidad. Berlioz, entonces de cerca de cuarenta y cinco años de edad, desempeña un papel importante en el escenario artístico y es cercano de Victor Hugo, admirado por Courbet.
La entrevista fue sin embargo un desencuentro. Berlioz es un hombre secreto y receloso. Courbet, en cuanto a él, se jacta de música, y aprovecha la presencia del compositor para hacer una demostración de sus talentos de cantante. "Durante las poses, cuenta Georges Kial, [Courbet] se atrevió a cantar sus canciones, "informes melopeas" [...] y a ofrecérselas como modelos de música popular. Berlioz se creyó primero engañado; luego, viendo que no era así, le tomó por un idiota". Desconocemos si fue a causa de esta irritación que Berlioz rechazó el retrato una vez acabado.
La obra se apunta en la tradición pictórica, privilegiando un fondo oscuro en el que se destaca el rostro. También se inspira del imaginario romántico, melancólico, del músico. Pero, se ha de reconocer que, Courbet no da una imagen favorecida del compositor. Éste parece mucho mayor de su edad; el pintor no tiene mucha deferencia por su rostro enflaquecido. Fiel a sus principios, Courbet toma "la verdad de la cabeza de su modelo", sin intentar dar al cuerpo seco de Berlioz el énfasis de sus obras. En una fotografía más tardía, Nadar, al contrario, construye un rostro monumental de Berlioz recurriendo a la artimaña de un amplio y espeso abrigo.
A pesar de todo Courbet guarda por el cuadro un obvio apego, demostrado por la presencia de la obra en las exposiciones particulares del artista en 1855 y en 1867. Todavía mostrado regularmente tras la muerte del pintor, este retrato se convierte incluso, no sin ironía, en la imagen más famosa de Berlioz.
Reseña Courbet