La Belle Angèle
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Paul Gauguin
La Belle Angèle
1889
huile sur toile
H. 92,0 ; L. 73,2 cm.
Don comtesse Vitali, 1923
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/ Patrice Schmidt
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Paul Gauguin
La Belle Angèle
1889
huile sur toile
H. 92,0 ; L. 73,2 cm.
Don comtesse Vitali, 1923
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ image RMN-GP
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Paul Gauguin
La Belle Angèle
1889
huile sur toile
H. 92,0 ; L. 73,2 cm.
Don comtesse Vitali, 1923
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Hervé Lewandowski
Paul Gauguin
(1848 -
1903)
Niveau supérieur,
Galerie Françoise Cachin
Marie-Angélique Satre, hostelera en Pont-Aven, pasaba por ser una de las mujeres más bellas del país. Hacia 1920, relata las circonstancias en las que fue realizado este retrato: "Gauguin era muy dulce y muy miserable [...]. Siempre decía a mi marido que quería hacer mi retrato, así que un día, lo comenzó. [...] Pero cuando me lo mostró, le dije: "¡Qué horror!" y que ya se lo podía llevar [...]. Gauguin se quedó muy tirste y decía, muy decepcionado, que nunca había logrado tanto un retrato como este".
La incomprensión del modelo frente a este retrato no es de sorprender. Gauguin, que había decidido "atreverse a todo", infringe los usos tradicionales de la perspectiva y de la unidad espacial. Siguiendo un proceso utilizado para las estampas japonesas, recorta el retrato de Angélique Satre mediante un círculo, sobre un fondo esencialmente decorativo, y usa el tabicado de las formas, subrayando la silueta de las figuras con un trazo más oscuro.
La pose rígida, el traje de gala de la joven mujer y la inscripción en mayúsculas LA BELLE ANGELE, intensifican el aspecto solemne de esta representación. En la izquierda, Gauguin introduce una cerámica antropomorfa, de inspiración peruviana, haciendo de hincapié la simbología de la composición, lo que aparece como una versión exótica del ídolo breton. Considerada como una obra maestra por Degas quien la compró en 1891, La Bella Angèle ofrece un ejemplar que marca las relevantes preocupaciones estéticas de Gauguin en la combinación heteróclita de las distintas fuentes de inspiración que quiere primitivas, y en la simplificación de las formas.
La incomprensión del modelo frente a este retrato no es de sorprender. Gauguin, que había decidido "atreverse a todo", infringe los usos tradicionales de la perspectiva y de la unidad espacial. Siguiendo un proceso utilizado para las estampas japonesas, recorta el retrato de Angélique Satre mediante un círculo, sobre un fondo esencialmente decorativo, y usa el tabicado de las formas, subrayando la silueta de las figuras con un trazo más oscuro.
La pose rígida, el traje de gala de la joven mujer y la inscripción en mayúsculas LA BELLE ANGELE, intensifican el aspecto solemne de esta representación. En la izquierda, Gauguin introduce una cerámica antropomorfa, de inspiración peruviana, haciendo de hincapié la simbología de la composición, lo que aparece como una versión exótica del ídolo breton. Considerada como una obra maestra por Degas quien la compró en 1891, La Bella Angèle ofrece un ejemplar que marca las relevantes preocupaciones estéticas de Gauguin en la combinación heteróclita de las distintas fuentes de inspiración que quiere primitivas, y en la simplificación de las formas.