La Source

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Jean Auguste Dominique Ingres
La Source
1856
huile sur toile
H. 163,0 ; L. 80,0 cm.
Legs comtesse Duchâtel, 1878 ; Dépôt du musée du Louvre, 1986
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
Jean Auguste Dominique Ingres
La Source
1856
huile sur toile
H. 163,0 ; L. 80,0 cm.
Legs comtesse Duchâtel, 1878 ; Dépôt du musée du Louvre, 1986
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski
Jean Auguste Dominique Ingres
La Source
1856
huile sur toile
H. 163,0 ; L. 80,0 cm.
Legs comtesse Duchâtel, 1878 ; Dépôt du musée du Louvre, 1986
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski
Jean Auguste Dominique Ingres (1780 - 1867)
Artwork not currently exhibited in the museum

Bosquejado hacia 1820, el lienzo tan sólo fue acabado en 1856. Ingres estaba entonces asistido por dos alumnos, práctica corriente para los grandes formatos. La influencia de los medios de expresión propios de la escultura, en el tratamiento de la ninfa, es sorprendente. En un formato vertical, el desnudo en pié está como integrado en un nicho. Junto con la postura del modelo, esta construcción proporciona al Manantial la inmovilidad del mármol. Esta comparación no es de sorprender, debido a la importancia de la estatuaria de la antigüedad para la corriente neoclásica, de cuya Ingres fue el jefe de fila.
Los críticos de arte de la época también se plantearon interrogantes respecto a la ambición del pintor de elaborar una figura de belleza ideal y sobre la parte de realismo. En los contornos del cuerpo, la pincelada se vuelve menos brillante, más aterciopelada, como para sugerir el grano de la piel y dar la ilusión de la carne. Pese a que Ingres siga fiel a la enseñanza clásica de David, por la importancia otorgada a la línea y al dibujo, va más allá de este marco y su innovador estilo abre paso a artistas como o Picasso. El cuerpo estirado es el pretexto de un juego de las serpentinas líneas, el tratamiento del modelo es el objeto de una extraordinaria simplificación de los recursos y la ausencia de profundidad realzan la presencia de la silueta.
Con su primer propietario, el conde Duchâtel, este cuadro estaba "rodeado de grandes plantas y de flores acuáticas, para que la ninfa del manantial tuviese todavía más un aire de persona real". Théophile Gautier describe así al final, esta síntesis entre real e ideal: "Jamás carnes más ágiles, más frescas, más penetradas de vida, más impregnadas de luz, se ofrecieron a las miradas en su púdica desnudez. Esta vez, el ideal se ha vuelto trampantojo".

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