La Toilette
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Pierre Bonnard
La Toilette
1914
huile sur toile
H. 119,5 ; L. 79,0 cm.
Achat, 1922
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Hervé Lewandowski
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Pierre Bonnard,
La Toilette,
1914,
huile sur toile,
H. 119,5 ; L. 79,0 cm. ,
Achat, 1922,
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Hervé Lewandowski
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Pierre Bonnard
(1867 -
1947)
Artwork not currently exhibited in the museum
El tema de la mujer aseándose, pretexto para pintar un desnudo, sigue siendo muy frecuente en el siglo XX. Como antes que él, Degas en sus pasteles, Bonnard elige una composición sofisticada para poner en escena su moderna Suzanne, sorprendida en el baño, encarnada por Marta, su compañera y su modelo exclusivo, representada aquí en mismo tiempo de espaldas y de cara, gracias al reflejo del espejo. Este accesorio permite al pintor hacer de hincapié la enmarcación del cuerpo, tratado en las tres cuartas partes y cortado en dos verticalmente, por el espejo.
Para intensificar la pérdida de referencias espaciales, multiplica las superficies de colores: lienzos de pared cubiertos de tapices, puertas, aperturas. La mirada del espectador está de este modo cautivada en un universo estrecho y tapado, cuyos límites se alejan con el juego de los reflejos y las pantallas articuladas, y en el centro figura la mujer desvelada.
La importancia del decorado, junto con la presencia de elementos truncados o deformados, como el velador en el que está colocado un jarrón de agua, orienta la composición hacia una abstracción decorativa característica de este periodo de la creación de Bonnard. Como vivía la mayor parte del año en su casa del Cannet, en la Costa Azul, este se esmera por traducir la luz del Mediodía, por manchas de colores nacaradas, que nublan los elementos. Lejos del realismo fotográfico, este desnudo, sorprendido en plena luz, resplandece de belleza, de sensualidad y de plenitud.
Sin embargo, retocado por el artista entre 1914 y 1921, este cuadro se apunta en un periodo de dudas y de replanteamientos: tras la ola cubista en París, Bonnard desea reanudar con las bases de la pintura y concentrarse en el dibujo, la expresión de los volúmenes, de las masas, el equilibrio de las formas, sin desatender la dimensión emocional del color.
Para intensificar la pérdida de referencias espaciales, multiplica las superficies de colores: lienzos de pared cubiertos de tapices, puertas, aperturas. La mirada del espectador está de este modo cautivada en un universo estrecho y tapado, cuyos límites se alejan con el juego de los reflejos y las pantallas articuladas, y en el centro figura la mujer desvelada.
La importancia del decorado, junto con la presencia de elementos truncados o deformados, como el velador en el que está colocado un jarrón de agua, orienta la composición hacia una abstracción decorativa característica de este periodo de la creación de Bonnard. Como vivía la mayor parte del año en su casa del Cannet, en la Costa Azul, este se esmera por traducir la luz del Mediodía, por manchas de colores nacaradas, que nublan los elementos. Lejos del realismo fotográfico, este desnudo, sorprendido en plena luz, resplandece de belleza, de sensualidad y de plenitud.
Sin embargo, retocado por el artista entre 1914 y 1921, este cuadro se apunta en un periodo de dudas y de replanteamientos: tras la ola cubista en París, Bonnard desea reanudar con las bases de la pintura y concentrarse en el dibujo, la expresión de los volúmenes, de las masas, el equilibrio de las formas, sin desatender la dimensión emocional del color.
