Le Grenouillard
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Jean Carriès
Le Grenouillard
vers 1891
groupe : grès émaillé
H. 31,5 ; L. 36,0 ; P. 38,0 cm.
Achat en vente publique, 1980
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/ Patrice Schmidt
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Jean Carriès
Le Grenouillard
vers 1891
groupe : grès émaillé
H. 31,5 ; L. 36,0 ; P. 38,0 cm.
Achat en vente publique, 1980
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/ Patrice Schmidt
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Jean Carriès
Le Grenouillard
vers 1891
groupe : grès émaillé
H. 31,5 ; L. 36,0 ; P. 38,0 cm.
Achat en vente publique, 1980
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/ Patrice Schmidt
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Jean Carriès
Le Grenouillard
vers 1891
groupe : grès émaillé
H. 31,5 ; L. 36,0 ; P. 38,0 cm.
Achat en vente publique, 1980
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/ Patrice Schmidt
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Jean Carriès
Le Grenouillard
vers 1891
groupe : grès émaillé
H. 31,5 ; L. 36,0 ; P. 38,0 cm.
Achat en vente publique, 1980
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/ Patrice Schmidt
Jean Carriès
(1855 -
1894)
A finales de la década de 1880, Carriès empieza a realizar esculturas en gres. Retoma principalmente antiguas piezas o investigaciones para una puerta monumental, encargada por la princesa de Scey-Montbéliard, futura princesa Edmond de Polignac. Carriès sólo crea en gres cuatro modelos originales e independientes de la puerta, incluido este Hombre-rana.
Estas obras cerámicas forman un conjunto temáticamente y formalmente coherente. En algunos cuadros de la puerta, están representadas ranas, batracios con rostro humano o monstruos con morro de ranas.
Ranas y sapos constituyen, a finales del siglo XIX, un tema muy apreciado por los ceramistas y los aficionados, sin duda atraídos por la rareza de estas figuras. En Carriès, este afán parece responder a una profunda fascinación. En 1897, el hombre de letras Octave Uzanne, recuerda un paseo nocturno por París, realizado en 1882, en compañía del escultor: "un sapo de las orillas del Sena acudió dando saltos, entre nuestras piernas [...] Carriès [se] amparó de él de repente [...] acariciándole con su dedo ligero con una mirada llena de admiración". Diez años más tarde, el animal se ha transformado en un ser monstruoso. El Hombre-rana es sin duda el fruto de noches febriles debido a una pleuresía - de la que murió el artista en 1894 - y a los tormentos que le inflinge la obra de la puerta. El consumo de morfina tampoco es ajeno a esta visión.
Más allá del aspecto terrorífico o grotesco del Hombre-rana, lo que emana de esta criatura, comparable a las numerosas "máscaras de horror" de la puerta, es la poesía y el misterio de las aguas estancadas y del cieno profundo, procedentes de un imaginario que se enmarca en la vena onírica del simbolismo. También no deja de recordar los monstruos de piedra de las catedrales. Señales por fin, de que el Hombre-rana comparte varias características físicas con el kappa - un monstruo del folclore japonés con carapaza de tortuga y ancas de rana - sin que podamos afirmar que Carriès se haya inspirado de él.
Estas obras cerámicas forman un conjunto temáticamente y formalmente coherente. En algunos cuadros de la puerta, están representadas ranas, batracios con rostro humano o monstruos con morro de ranas.
Ranas y sapos constituyen, a finales del siglo XIX, un tema muy apreciado por los ceramistas y los aficionados, sin duda atraídos por la rareza de estas figuras. En Carriès, este afán parece responder a una profunda fascinación. En 1897, el hombre de letras Octave Uzanne, recuerda un paseo nocturno por París, realizado en 1882, en compañía del escultor: "un sapo de las orillas del Sena acudió dando saltos, entre nuestras piernas [...] Carriès [se] amparó de él de repente [...] acariciándole con su dedo ligero con una mirada llena de admiración". Diez años más tarde, el animal se ha transformado en un ser monstruoso. El Hombre-rana es sin duda el fruto de noches febriles debido a una pleuresía - de la que murió el artista en 1894 - y a los tormentos que le inflinge la obra de la puerta. El consumo de morfina tampoco es ajeno a esta visión.
Más allá del aspecto terrorífico o grotesco del Hombre-rana, lo que emana de esta criatura, comparable a las numerosas "máscaras de horror" de la puerta, es la poesía y el misterio de las aguas estancadas y del cieno profundo, procedentes de un imaginario que se enmarca en la vena onírica del simbolismo. También no deja de recordar los monstruos de piedra de las catedrales. Señales por fin, de que el Hombre-rana comparte varias características físicas con el kappa - un monstruo del folclore japonés con carapaza de tortuga y ancas de rana - sin que podamos afirmar que Carriès se haya inspirado de él.
Niveau médian,
Salle 65