Le Tepidarium, "salle où les femmes de Pompéi venaient se reposer et se sécher en sortant du bain"
Artwork caption copied
Théodore Chassériau
Le Tepidarium, "salle où les femmes de Pompéi venaient se reposer et se sécher en sortant du bain"
1853
huile sur toile
H. 171,0 ; L. 258,0 cm.
Achat au Salon à Théodore Chassériau, 1853 ; Dépôt du musée du Louvre, 1986
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/ Patrice Schmidt
Théodore Chassériau
(1819 -
1856)
Chassériau sitúa explícitamente esta escena en la antigüedad romana, ya que el decorado se inspira de los baños de Venus Genitrix, evidenciados en Pompeya. Fascinado por estos vestigios que él mismo visitó, el pintor intenta poner de nuevo a la luz, una población de cuya "besó [las] dolorosas e increíbles huellas".
Este cuadro tuvo un magnífico éxito en el Salón de 1853, Théophile Gautier lo cualifica en particular de "fresco antiguo robado a un muro de Pompeya". La atmósfera erótica que se desprende no es, sin lugar a dudas, extranjera a dicho entusiasmo. La indolencia de las poses y de las miradas, la promiscuidad de los cuerpos lánguidos, evocan una atmósfera de harén. La Antigüedad de Chassériau se tiñe con un perfume de Oriente, de exotismo romántico y de sensualidad colorida. La idea que los voluptuosos usos del mundo antiguo sigan teniendo una supervivencia en el siglo XIX en el mundo árabe, es además algo frecuente en los viajeros franceses.
Se perciben varias influencias en este cuadro. La composición con dos grupos simétricos, en una perspectiva muy lejana, procede de Rafael y podríamos detallar los numerosos vínculos con las obras de Poussin. La afición de la línea, la perfección lisa y nacarada de los desnudos, la maestría del dibujo, recuerdan que Chassériau fue el alumno de Ingres. Por fin, lo que transparece, del brillo de los colores, es la admiración que siente por Delacroix. En un ejemplo de la fusión entre la pintura histórica y de género, apreciada por el Segundo Imperio, Chassériau logra conciliar "ambas escuelas rivales del dibujo y del color".
Este cuadro tuvo un magnífico éxito en el Salón de 1853, Théophile Gautier lo cualifica en particular de "fresco antiguo robado a un muro de Pompeya". La atmósfera erótica que se desprende no es, sin lugar a dudas, extranjera a dicho entusiasmo. La indolencia de las poses y de las miradas, la promiscuidad de los cuerpos lánguidos, evocan una atmósfera de harén. La Antigüedad de Chassériau se tiñe con un perfume de Oriente, de exotismo romántico y de sensualidad colorida. La idea que los voluptuosos usos del mundo antiguo sigan teniendo una supervivencia en el siglo XIX en el mundo árabe, es además algo frecuente en los viajeros franceses.
Se perciben varias influencias en este cuadro. La composición con dos grupos simétricos, en una perspectiva muy lejana, procede de Rafael y podríamos detallar los numerosos vínculos con las obras de Poussin. La afición de la línea, la perfección lisa y nacarada de los desnudos, la maestría del dibujo, recuerdan que Chassériau fue el alumno de Ingres. Por fin, lo que transparece, del brillo de los colores, es la admiración que siente por Delacroix. En un ejemplo de la fusión entre la pintura histórica y de género, apreciada por el Segundo Imperio, Chassériau logra conciliar "ambas escuelas rivales del dibujo y del color".
Rez-de-chaussée,
Salle 1