L'école de Platon
Bélgica fue, a fines del siglo XIX, uno de los grandes focos del simbolismo europeo. La obra, pictórica y literaria, de Jean Delville expresa de éste la vertiente más esotérica. A mediados de los años 1880, el descubrimiento por el artista del mundo simbolista Parisino, y las relaciones que entabla, le hacen romper con el naturalismo heredado de su formación académica.
De modo que su amistad con el Sâr Péladan y su frecuente participación en los Salones de la Rosacruz, demuestran su adhesión a un arte de ideas, dedicado a la evocación más que a la descripción.
La Escuela de Platón, decoración destinada a la Sorbona que jamás se colocó, es a más de un título, una obra sobrecogedora. Sus dimensiones monumentales, la ambición de su propósito, una interpretación de la filosofía clásica vista por el prisma del ideal simbolista, señalan en seguida la singularidad de la obra. El manifiesto proclama sus referencias, de Rafael a Puvis de Chavannes; pero las embellece de la extraña seducción de una gama cromática obviamente irreal.
La ambigüedad que se desprende de este manierismo fin de siglo, nubla a propósito, cualquier frontera entre pureza y sensualidad.