Lisière de forêt
Díaz descubre encantado Barbizon en 1837. Muy pronto, se instala aquí y se reencuentra con sus amigos, Jules Dupré, Théodore Rousseau, Constant Troyon, Camille Corot. Para todos estos pintores –agrupados bajo el nombre de escuela de Barbizon -, el bosque de Fontainebleau es un verdadero taller a tamaño natural.
Árboles, un sendero, un cielo nublado, una pequeña figura humana a penas visible... Esta visión de bosque es un puro paisaje, simple y verdadero, en la encrucijada de dos tradiciones, naturalista y romántica. Naturalista, este cuadro lo es por su sencillez, por la ausencia de toda anécdota, de toda historia. Pero los árboles con ramas demacradas y torcidas, que enmarca el camino y se recorta en un denso cielo amenazador, proporcionan al cuadro una tonalidad romántica. La vivacidad de las pinceladas que se yuxtaponen, se superponen y se entremezclan (Baudelaire hablaba de "papillotage (movimiento como de alas de mariposa)" intensifica este sabor romántico actualizando la complejidad de una vibrante, vivaz y caótica naturaleza.
"Su arte no es la naturaleza, dice el crítico Théophile Thoré [...]. Es la poesía de los sueños, es la evocación de un mundo sobrenatural".