Ours blanc
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François Pompon
Ours blanc
entre 1923 et 1933
statue en pierre
H. 163,0 ; L. 251,0 ; P. 90,0 cm.
Achat après commande de l'Etat, 1927
© Musée d’Orsay, dist. RMN-Grand Palais
/ DR
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François Pompon
Ours blanc
entre 1923 et 1933
statue en pierre
H. 163,0 ; L. 251,0 ; P. 90,0 cm.
Achat après commande de l'Etat, 1927
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Stéphane Maréchalle
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François Pompon
Ours blanc
entre 1923 et 1933
statue en pierre
H. 163,0 ; L. 251,0 ; P. 90,0 cm.
Achat après commande de l'Etat, 1927
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Stéphane Maréchalle
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François Pompon
Ours blanc
entre 1923 et 1933
statue en pierre
H. 163,0 ; L. 251,0 ; P. 90,0 cm.
Achat après commande de l'Etat, 1927
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Stéphane Maréchalle
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François Pompon
Ours blanc
entre 1923 et 1933
statue en pierre
H. 163,0 ; L. 251,0 ; P. 90,0 cm.
Achat après commande de l'Etat, 1927
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Stéphane Maréchalle
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François Pompon
Ours blanc
entre 1923 et 1933
statue en pierre
H. 163,0 ; L. 251,0 ; P. 90,0 cm.
Achat après commande de l'Etat, 1927
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Stéphane Maréchalle
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François Pompon
Ours blanc
entre 1923 et 1933
statue en pierre
H. 163,0 ; L. 251,0 ; P. 90,0 cm.
Achat après commande de l'Etat, 1927
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/ Patrice Schmidt
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François Pompon
Ours blanc
entre 1923 et 1933
statue en pierre
H. 163,0 ; L. 251,0 ; P. 90,0 cm.
Achat après commande de l'Etat, 1927
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Stéphane Maréchalle
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François Pompon
Ours blanc
entre 1923 et 1933
statue en pierre
H. 163,0 ; L. 251,0 ; P. 90,0 cm.
Achat après commande de l'Etat, 1927
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Sophie Boegly / Jean-Paul Pinon
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François Pompon
Ours blanc
entre 1923 et 1933
statue en pierre
H. 163,0 ; L. 251,0 ; P. 90,0 cm.
Achat après commande de l'Etat, 1927
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/ Patrice Schmidt
François Pompon
(1855 -
1933)
Niveau médian,
Terrasse des sculptures 1880-1910
Durante años, Pompon es uno de los escultores-modelistas más apreciados de París, tallando el mármol para Auguste Rodin y para Camille Claudel. Pero a partir de 1905, por reacción al expresionismo de Rodin, Pompon abandona la figura humana, en beneficio de los animales, que observa en el Jardín de las Plantas: El Oso blanco es la obra más lograda de esta vena, y fue durante su presentación en el Salón de Otoño, en 1922, que el artista obtuvo de modo tardío su primer éxito público, con 67 años de edad.
Eliminando el accesorio y el detalle, abandona cualquier efecto realista, para dedicarse a "la misma esencia del animal". Esta economía de recursos proporciona a la obra una presencia que encuentra su verdadera fuerza en la escala monumental. Lejos de la anécdota, revela la investigación de una intemporalidad, de una permanencia: bajo las silenciosas apariencias de formas llenas, el universo de la escultura lisa se convierte en lugar de eclosión de una aspiración por la forma universal. "Conservo numerosos detalles destinados a desaparecer, decía Pompon. Hago al animal casi con todos sus artilugios. Y poco a poco, elimino...". A Colette le sorprendieron las patas "espesas y mudas" de sus animales.
Las esculturas de Pompon se caracterizan por una aprehensión intuitiva, formas con contornos redondeados, un rechazo de la geometría, un afán por los materiales tradicionales. "Me gusta la escultura sin huecos ni sombras" decía, privilegiando las piedras claras, sin obstáculo para la colada de la luz en los volúmenes.
Rodin le había aprendido el control de los perfiles, para producir el movimiento que combina varios gestos y concentrar la potencia. Pompon entró de este modo en una tradición clásica de la escultura, que podemos seguir de Aristide Maillol a Constantin Brancusi. En el panorama de la escultura entre 1900 y 1914, supo encontrar una alternativa a desconstrucción cubista.
Eliminando el accesorio y el detalle, abandona cualquier efecto realista, para dedicarse a "la misma esencia del animal". Esta economía de recursos proporciona a la obra una presencia que encuentra su verdadera fuerza en la escala monumental. Lejos de la anécdota, revela la investigación de una intemporalidad, de una permanencia: bajo las silenciosas apariencias de formas llenas, el universo de la escultura lisa se convierte en lugar de eclosión de una aspiración por la forma universal. "Conservo numerosos detalles destinados a desaparecer, decía Pompon. Hago al animal casi con todos sus artilugios. Y poco a poco, elimino...". A Colette le sorprendieron las patas "espesas y mudas" de sus animales.
Las esculturas de Pompon se caracterizan por una aprehensión intuitiva, formas con contornos redondeados, un rechazo de la geometría, un afán por los materiales tradicionales. "Me gusta la escultura sin huecos ni sombras" decía, privilegiando las piedras claras, sin obstáculo para la colada de la luz en los volúmenes.
Rodin le había aprendido el control de los perfiles, para producir el movimiento que combina varios gestos y concentrar la potencia. Pompon entró de este modo en una tradición clásica de la escultura, que podemos seguir de Aristide Maillol a Constantin Brancusi. En el panorama de la escultura entre 1900 y 1914, supo encontrar una alternativa a desconstrucción cubista.