Saint Sébastien martyr
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Théodule Ribot
Saint Sébastien martyr
vers 1865
huile sur toile
H. 97,5 ; L. 130,5 cm.
Achat à Théodule Ribot au Salon, 1865
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/ Patrice Schmidt
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Théodule Ribot
Saint Sébastien martyr
vers 1865
huile sur toile
H. 97,5 ; L. 130,5 cm.
Achat à Théodule Ribot au Salon, 1865
© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)
/ Hervé Lewandowski
Théodule Ribot
(1823 -
1891)
"Ribot -Ribera": El paralelo entre el artista francés que exponía en el Salón en los años 1860 y su ilustre predecesor español del siglo XVII, había sido interpretado muy pronto en canción. Cada nueva exposición justificaba la comparación, y contaba un poco más la deuda del menor hacia su mayor, ya que tanto los temas, como el conjunto de los colores utilizados, permitían el acercamiento.
Fue ante las colecciones españolas, pertenecientes a Luis Felipe y mostradas en el Louvre durante más de diez años, que se realizó el encuentro entre ambos artistas y, que Ribot había hecho surgir la fuerza de su tenebroso realismo.
En la inusual ilustración de la historia de San Sebastián, mostrada en el Salón de 1865, Ribot no recurre al episodio a menudo representado desde la Edad Media de su martirio, el cuerpo atado a un árbol y acribillado de flechas. Lo sitúa en un momento ulterior, cuando Santa Irene y una de sus seguidoras curan sus heridas; sólo una flecha rota, en el primer plano y en el centro, así como los restos de las ataduras alrededor de la muñeca derecha, recuerdan su suplicio. Enfocado con violencia con una fuente de luz que procede del ángulo superior derecho, el cuerpo del santo se destaca de la representación de ambas mujeres arrodilladas, con indumentaria oscura, que surgen de la penumbra y se distinguen a penas de un fondo de paisaje nocturno. El sutil paso de la sombra a la luz, no es sin embargo el que pudieron ver los visitantes de 1865, los colores industriales utilizados habiendo evolucionado de un modo distinto, las sombras, en particular, se han ennegrecido.
Fue ante las colecciones españolas, pertenecientes a Luis Felipe y mostradas en el Louvre durante más de diez años, que se realizó el encuentro entre ambos artistas y, que Ribot había hecho surgir la fuerza de su tenebroso realismo.
En la inusual ilustración de la historia de San Sebastián, mostrada en el Salón de 1865, Ribot no recurre al episodio a menudo representado desde la Edad Media de su martirio, el cuerpo atado a un árbol y acribillado de flechas. Lo sitúa en un momento ulterior, cuando Santa Irene y una de sus seguidoras curan sus heridas; sólo una flecha rota, en el primer plano y en el centro, así como los restos de las ataduras alrededor de la muñeca derecha, recuerdan su suplicio. Enfocado con violencia con una fuente de luz que procede del ángulo superior derecho, el cuerpo del santo se destaca de la representación de ambas mujeres arrodilladas, con indumentaria oscura, que surgen de la penumbra y se distinguen a penas de un fondo de paisaje nocturno. El sutil paso de la sombra a la luz, no es sin embargo el que pudieron ver los visitantes de 1865, los colores industriales utilizados habiendo evolucionado de un modo distinto, las sombras, en particular, se han ennegrecido.
Rez-de-chaussée,
Salle 12