Une forge


Por su tema, procedente del mundo industrial contemporáneo, esta obra es una excepción en la carrera de Cormon, ante todo reconocido por su pintura de historia y sus grandes decorados, que realiza, por ejemplo, para el castillo de Saint-Germain-en-Laye. Se enmarca perfectamente en la vena naturalista y pacífica, fomentada por la Tercera República, y recuerda las obras de François Bonhommé (1809-1881) que había dedicado la mayor parte de su vida a pintar los obreros de la industria y sus lugares de trabajo.
El lugar aquí representado fue, sin duda, realmente observado. Sabemos, en efecto, que Cormon estudiaba minuciosamente, a partir de modelos vivos, gestos y poses de sus personajes, con el fin de proporcionar más veracidad a sus escenas. Sin embargo, el título, Una fragua, que aparece en el catálogo del Salón de 1894, no precisa su localización, otorgándole de este modo, un carácter genérico.
Una fragua ofrece una visión heroica de la industrialización. Diferentes grupos de obreros permiten representar cada etapa de la labor del hierro. Están repartidos por todo el espacio de la fragua, a la que un magnífico efecto de luz oblicua proporciona aspectos de catedral. Estos juegos de claroscuro exaltan el heroísmo del trabajo, eludiendo el ruido, el calor y la penosidad de una actividad mortal que había denunciado Zola.
Para la Exposición Universal de 1900, Cormon reanuda con este tema, al ser encargado de la decoración de la bóveda de la Galería de las máquinas, donde representará la historia del carbón, desde su extracción en las minas, hasta el trabajo metalúrgico.